22/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Antes de que puedan extenderse por contagio algunas prácticas expurgatorias como las que han adoptado en las bibliotecas de algunos centros escolares allá por el noreste de España donde se han liado a retirar cuentos infantiles como La bella durmiente o Caperucita Roja por considerarlos ‘tóxicos’ para los retoños, será bueno recordar este célebre cuento que ha hecho las delicias de generaciones de niños. Una de las versiones más conocidas es la del francés Charles Perrault. Narra la historia de una joven, tiranizada por su madrastra y humillada por sus hermanastras, que ha perdido hasta su nombre y a quien todos llaman Cenicienta por su sucio aspecto, pues su cama son las cenizas de la chimenea. Y de cenizas hemos hablado durante los últimos días al hilo del triste incendio de la catedral francesa, una tristeza que nos permitió empatizar con el dolor galo recordando un hecho similar que nuestra pulcra leonina padeció aquel 29 de mayo de 1966. Y en seguida surgieron las comparaciones, inevitable práctica tan humana como los sentimientos de celos y envidia que el parisino Perrault nos cuenta en su versión de Cenicienta. Respecto a nuestro incendio, cuentan las crónicas que fue el cantero Seoane, conocedor de los entresijos arquitectónicos de esa catedral galana, quien advirtió rápidamente a los bomberos de León, Valladolid, Palencia, Asturias, Santander y otras provincias limítrofes que no sofocaran el incendio con agua. Bien sabía el artista que las bóvedas de nuestra catedral gótica se sostenían, en un milagroso equilibrio, gracias a la ligera piedra porosa, llamada toba calcárea. Si se le hubiera echado agua en demasiada cantidad, la sedienta piedra hubiera absorbido líquido cual esponja, aumentando el peso de la estructura convirtiendo una inteligente solución inicial en garantía de desplome; el incendio de León de 1966 fue un ejemplo de ello, al evitar Seoane que se utilizara más agua y dejar que se extinguieran los rescoldos. Conocemos estos datos gracias a la catedrática de Patrimonio Histórico y Documental de Historia del Arte en la Universidad de León María Victoria Herráez Ortega tal y como se recoge en algún medio digital.

Las redes sociales han catalizado pronto las informaciones del rescate económico de la catedral de Notre-Dame. Ya son cientos los millones de euros anunciados para su restauración. Mientras, por estos lares legionenses, aún continúan los ecos de la campaña popular iniciada en 1992 para captar fondos para una nueva restauración llamada ‘Salvemos la Catedral’ . La actual restauración del rosetón de la fachada principal , va a costar medio millón de euros y es vox populi que el apoyo de las administraciones públicas siempre ha sido parco.

Di que es que igual nuestra Cenicienta catedralicia aún no ha bailado con el príncipe adecuado, o tal vez será cuestión de cambiar de hada madrina. Lo mismo después de estas elecciones encontramos una varita que la salve o tal vez una pascua que nos la resucite.
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