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La casa del cura

29/10/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Como habrá leído estos días, la diócesis a la que pertenezco, la de Astorga, cederá a la Junta de Castilla y León antiguas casas rectorales en desuso para que la Administración autonómica las rehabilite y las destine a personas sin recursos y con necesidad de una vivienda. Una iniciativa que ya está en marcha en la Diócesis de León y en otras para reforzar los abundantes lazos de unión entre la Iglesia y la Junta, esas alianzas que tanto critican algunos políticos progres pero ante las que callan en ocasiones como esta.

El inapelable éxodo rural que vivimos, la falta de vocaciones y otras muchas cuestiones sociales han hecho que las casas –en ocasiones caserones que dan bien para dos o tres familias– de los curas de pueblo se hayan quedado vacías y expuestas a todo tipo de trances. Incluso hasta el fenómeno ‘okupa’ a pesar de estar situadas pared con pared a la vera de la iglesia parroquial y a pesar de que su decoración no sea del gusto del tipo medio que se mete a vivir en una casa ajena como si fuera suya.

El ofrecimiento público de estas viviendas por parte de la Iglesia diocesana a está muy bien si consideramos que puede ser una obra de misericordia con tantas personas que no pueden tener un lugar digno donde vivir y bienvenido sea el uso social si eso evita que la casa se venga abajo y se logra que una familia joven con niños se quede en el pueblo de ochenta vecinos. Pero no me negará que cuando una diócesis cede para otros menesteres una casa que se supone debía habitar el cura del pueblo es el testimonio más claro del fracaso de la propia Iglesia a la hora de impulsar eso que ella misma ha definido como ‘savia nueva’.

Qué expresión tan bonita cuando cada pueblo tenía su cura que atendía la parroquia y vivía en la casa rectoral, un páter que estaba siempre dispuesto para recibir a sus parroquianos y preparado para administrar el sacramento de la unción de los enfermos o para enterrar, que no faltaba un solo domingo ni fiesta de guardar, y que en las romerías de la comarca se unía a otros veinte para que la celebración fuera solemne. Pero está claro que cerrar la parroquia y que se encargue otro de la casa es mucho más fácil que buscar a alguien que mantenga vivas ambas.
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