La casa de los sueños

02/02/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Necesitamos ¡ya! ir a vivir a las casas de los sueños, salir de estas prisiones de desazón y noticias en el telediario, de estar pendientes de las nuevas ideas de quienes jamás las han tenido, ni viejas ni nuevas.

Necesitamos que se hundan sus casas sin sueños, casas de pesadillas, alimentadas por el carbón que no hay pues lo dejaron morir para irnos a vivir a las casas que alimentan hélices sin trama eólica pues los mueve el viento que nadie controla y a las que se llega en bicicletas que nos recuerdan tantas vidas diferentes y dignas: bicicletas rosas que recrean tantos veranos camino de la poza del baño, de la pradera de los juegos, de la vieja carretera de los paseos; bicicletas de trabajo para ir a las minas que sí existían, a regar las huertas que sí daban frutos y con portabultos para atar el bocadillo o la azada; bicicletas de maestro camino de su escuela, de párrocos camino de su parroquia, de carteros camino de sus buzones; bicicletas de ir y volver a las verbenas...

Bicicletas que vuelan camino del tejado pues las casas de los sueños sí se pueden empezar por el tejado, como se puede entrar por la ventana pues sus habitantes dejan colocadas las escaleras para subir...

Las casas de los sueños albergan mundos por más que sigamos empecinados en vivir en estas otras que sólo albergan tristes telediarios.
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