La cartera que apareció en el pantano 32 años después

Dos paseantes por las ruinas de los pueblos que anegó el pantano de Vegamián, ahora emergidas por la sequía, encuentran una cartera que había sido robada en la Navidad de 1985 y se la llevan a su sorprendida dueña

David Rubio
15/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Antonia Fernández Liébana posa con su DNI recuperado de las aguas del pantano del Porma 32 años después de que se lo robaran. | MAURICIO PEÑA
Antonia Fernández Liébana posa con su DNI recuperado de las aguas del pantano del Porma 32 años después de que se lo robaran. | MAURICIO PEÑA
A falta de setas, y por el mismo motivo, la de recorrer los pueblos que habitualmente están anegados por los muchos y variados pantanos leoneses se está convirtiendo en unas de las excursiones más recurrentes por la provincia durante este otoño. Cada fin de semana, de Villameca a Luna, de Riaño a Vegamián, los excursionistas recorren el paisaje lunar que deja el agua, comprueban con asombro que los puentes siguen en pie, que los regueros siguen corriendo por donde siempre habían corrido y que el verde vuelve a brotar ajeno a la normativa de la Confederación Hidrográfica del Duero. Como las modas, la idea de recorrer los pueblos habitualmente anegados, cuya imagen de tapias caídas se parece de forma muy peligrosa a la de otros muchos pueblos de la provincia que están en la superficie pero ya parcial o totalmente deshabitados, se ha extendido tanto que la Guardia Civil ha empezado a multar a los que recorren este espacio en coche, por el peligro que supone circular por caminos y atravesar puentes que en apariencia parecen en buen estado pero que suponen un riesgo... evidente sólo para algunos.Recorrer el paisaje lunar que surge bajo las aguas se ha convertido en una excursión frecuente Muchos de los paseantes son simples excursionistas atraídos por las fotos que, paradójicamente, inundan las redes sociales, pero otros son los antiguos habitantes de los pueblos que quedaron bajo las aguas o sus familiares. Brotan, por tanto, los recuerdos, la vida que quedó olvidada bajo el agua, las distintas formas de mirar el agua, y surgen historias verdaderamente curiosas, como es el caso. Entre Camposolillo y Utrero, dos de los pueblos que fueron (en su caso parcialmente) inundados por el pantano del Porma, una pareja paseaba el pasado fin de semana cuando les llamó la atención un objeto que había junto al camino ahora recuperado por la sequía. Se trataba de una cartera, prácticamente cubierta por completo de barro, pero la sorpresa fue mayúscula cuando se dieron cuenta de que en el interior había un DNI y que se encontraba, más o menos, en buen estado, al menos en buen estado hasta el punto de que se podía ver la fotografía y leer el nombre y los apellidos de la titular. Dejaron la cartera y cogieron el carné. En cuanto se encontraron con gente de los pueblos cercanos, comenzó esa apasionante investigación de ‘pues quién sería’ que nunca llega a las repetidas series de televisión, que sirve a la vez de entretenimiento y de ejercicio de memoria al personal y que va poco a poco estrechando el cerco hasta dar con el interesado. Interesada, en este caso, Antonia Fernández Liébana. No tardaron en dar con las primeras pistas, pues obviamente el tiempo transcurrido no permitía sacar parecidos (otro de los entretenimientos favoritos en los pueblos): «Tiene que ser Toña la del Madrid», fue la conclusión general.

Sabía que después de robármela habían tirado la cartera al río porque una vecina encontró mis fotosAdemás de la línea directa de investigación, en el medio rural hay también vías muy directas de comunicación, de modo que, antes de que llegara a su casa la pareja que había encontrado la cartera, «Toña la del Madrid» ya se había enterado del hallazgo. Se pusieron en contacto y quedaron de verse en el célebre restaurante Madridde Puebla de Lillo, que es donde trabaja como camarera la propietaria del DNI. Cuando lo tuvo entre sus manos, no se lo podía creer: «Me lo robaron hace 32 años. Fue una Nochevieja y lo recuerdo perfectamente. Había mucha gente en el bar, mucho barullo de un día de fiesta, y alguien me dijo que estaban andando en mi cartera. Cuando fui a coger la cazadora, la cartera no estaba», dice Toña, que no recuerda si ya entonces trabajaba en el Bar Madrid o no «pero si no estaba ya trabajando, por allí andaba», porque es sobrina de la popular Matilde, una institución no sólo en este conocido establecimiento sino en toda la montaña. «Di por supuesto que me habían quitado el dinero y que habían tirado la cartera al río, porque al día siguiente una vecina me trajo algunas fotos mías, creo recordar que de carnaval, que bajaban flotando por el agua». Lo que no podía dar por supuesto es que, 35 años después de aquella Nochevieja de 1985 y a casi 15 kilómetros de Puebla de Lillo, la cartera fuera aparecer con el Documento Nacional de Identidad en buen estado, emergiendo como los pueblos de una época que parecía ya olvidada.
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