La capadura del gocho

23/03/2021
 Actualizado a 23/03/2021
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Al grito de salvad el Bierzo, la comarca se ha colgado el marchamo de vulnerable y a perro flaco… Solicitamos saldar las deudas con una tierra que cedió su espacio al carbón. Generosa, prestó sus aguas a una energía que la modernidad marcaba como necesaria. Y al tiempo construía su futuro dando la bienvenida a esos pasos que decidieron su pasado. Veni, vidi, vici, vimos en cada proyecto. Llegar, ver y vencer, dejando vacía la tierra y los reductos de la explotación enlutando las montañas que no habían pedido ningún velo. Y cuando el oro negro no salía en las cuentas del calor y el azufre, se desdibujó la colonización. Tarde, el pueblo solo hablaba minero y de repente hubo que reeducarle a borbotones, tirando de una cuerda invisible que de un lado tenía claro que daba igual la fuerza que hiciera. Ganar ganaba. De repente el Bierzo se miró al espejo y se vio guapo. Los cerezos en flor, los castaños presumiendo de milenios y de fruto, las abejas cada día más currantas. La tierra. Salvad al Bierzo se convirtió en un sálvate comarca que comenzaba a contagiarse, cuando, de repente, de nuevo empezaron a llover billetes. Nadie preveía aquel cambio de tiempo que erosionaba lo que crecía. Aquellas gotas de papel no llegaban al suelo, solo se dejaban ver envueltas en un aire poderoso. Precisamente ese era su patter. El aire. De pronto la montaña, sin fisuras, ve como los costureros quieren coserla porque sí, regalándole unos gigantes bordados que bailan al son del viento. Megaparques eólicos que van zurciendo un camino que ata al Bierzo. ¿Quién capa al monte? Hay respuestas en los dedos. Tú, no tú, es aquel, el otro, qué va, a mí no me señales…Menos mal que la capadura ya se definía como la del gocho, «severa» en daños, y eso hizo saltar el cerrojo de la caja de Pandora, con todos sus vientos dentro, defendiéndose de ser recolectados sin permiso, manteniendo su definición berciana. Y cuando el aire viene del oeste…agárrense las agujas.
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