La Campaña de Rusia, desde «primera línea» de batalla

José Antonio Álvarez revive las historias que su padre, Luis, le contaba sobre su estancia dentro de las filas de la División Azul

Patricia Ferrero
13/12/2014
 Actualizado a 18/09/2019
Vieja foto de combatientes de la División Azul.
Vieja foto de combatientes de la División Azul.
En plena posguerra y pasados dos años desde que estallara la Segunda Guerra Mundial, el Estado Español, con Francisco Franco al mando, pasó de ser neutral a considerarse «aliado no beligerante». Su apoyo a las potencias del eje, con la Alemania de Hitler a la cabeza, se materializó con la creación de la División Azul, un ejército creado por el caudillo y compuesto por más de 18.000 españoles que lucharon contra el frente ruso, en su mayoría el discurso extendido del «odio» hacia el comunismo soviético. Lejos queda en el tiempo y enterrada, en parte, por la historia; pero aún perdura en la memoria de algunos, pocos ya, ex-combatientes, y sobre todo en la de los familiares más directos, que reviven en sus recuerdos historias, anécdotas y experiencias que han escuchado desde pequeños.

Es el caso de José Antonio Álvarez, natural de Hospital de Órbigo e hijo de Luis Álvarez, sargento de la División Azul que luchó en ella desde su puesta en marcha, en 1941, hasta la repatriación en 1943, por orden de Franco, de todos los combatientes.

Si bien se trataba de un ejército de «voluntarios, hubo a quienes no les quedó otra que sumarse a las filas», manifiesta José Antonio. Pero también hubo para quienes los motivos que les llevaron a ‘enrolarse’ en la División Azul fueron más personales. «Mi padre no era franquista, pero sí adoraba, como todos, al general Muñoz Grandes», asegura José Antonio. Grandes fue «fuente de inspiración» para muchos combatientes de la División Azul, pero su trayectoria militar le llevó a ocupar varios cargos de importancia, antes y después, en diferentes frentes y momentos históricos. Desde jefe de la Guardia de Asalto en 1931 con la 2ª República, hasta ministro secretario general del Movimiento, nombrado por Franco en el 36. Algo paradójico, ya que la historia le recuerda más cercano a la ideología republicana.

Luis Álvarez estudió magisterio con la Fundación Sierra Pambley en Villablino, «aunque con el estallido de la Guerra Civil no pudo ni tener el título», recuerda su hijo. Al término de la guerra, llegó a obtener el rango de sargento y con éste se unió al ejército de la División Azul. «En un principio pensaban que sería algo ‘fácil’, ya que los alemanes disponían de buenos medios y herramientas; tenían comodidades. Pero estas comodidades no eran para ellos. Mientras que los alemanes, por ejemplo, se movían en moto, a ellos les tocaba hacerlo a pie», señala Álvarez. «Además estos soldados no eran disciplinados como los alemanes, lo que les jugó muchas malas pasadas», añade.

«Aunque se supone que era un ejército de voluntarios, hubo quienes tuvieron que ir obligatoriamente»José Antonio recuerda muchas historias de cuando Luis estaba en el frente luchando contra los rusos. «Iban de avanzadilla, estaban en primera línea y el general Muñoz Grandes probaba su bravura con ellos», pero afirma que «lo más duro para ellos era el frío». «Contaba casos de que tenía que ir a relevar a un centinela que estaba de guardia, y que cuando llegaba, había muerto por congelación. Hay que darse cuenta de que podían pasar la noche a 45 grados bajo cero».

José Antonio apunta que su padre llegó a entablar buena relación con la población rusa, al igual que el resto; e «incluso aprendió a hablar su idioma». Asimismo, reconoce que en alguna ocasión llegó a desobedecer órdenes. «Una vez le ordenaron matar a cuatro partisanos. Les llevó a un lugar vacío, les dijo que se fueran y disparó al aire para simular que lo había hecho».

Luis Álvarez fue herido en combate y recibió varias medallas; entre ellas 3 cruces al mérito militar con distintivo rojo, una al sufrimiento por la patria y otra al mérito militar con espadas.

«Lo que peor llevaba era el frío, tuvo casos en los que iba a relevar al centinela de guardia y estaba congelado» A su vuelta, este leonés, natural de La Majúa, término municipal de San Emiliano, dejó la vida militar y, ya casado, emprendió un negocio en Madrid, el cuál no fue fructífero. Eso le hizo volver a su tierra natal; esta vez a una pequeña localidad de la ribera del Órbigo, Hospital, donde vivió con su familia hasta su muerte en 1974.

En la vivienda familiar aún se conservan muchos recuerdos de Luis de aquel entonces, en forma de medallas, atuendos y un álbum de fotos titulado «Recuerdos de la campaña de Rusia, 1941-1943».
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