09/02/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Cuando eres joven y vives intensamente, puedes llegar a creer que eres un semidiós, o incluso aquel José Tomás de la primera etapa, el de la mítica goyesca de Ronda, o el de los grandes triunfos en las Ventas, el que sólo veía dos salidas de la plaza, bien por la puerta grande a hombros o por la enfermería.

Cuando eres joven, el mundo viejuno no interesa, vives convencido de que todo lo que hay que saber de la vida ya lo tienes aprendido, y que la gente que te lleva la contraria, debe hacerlo por pura envidia. Y si encima eres de León, donde la gente se mueve por agravio comparativo, para qué queremos más.

Cuando eres joven y recién licenciada, pero te ponen un sueldo de esos que cada vez que llega la nómina tienes que pestañear varias veces porque se te secan los ojos, además con poca responsabilidad, y tus salidas de tono te hacen famosete y popular, ya te crees que eres Rosalía en la gala de los Goya.

Hace mucho que esta sociedad necesita una política diferente, gente joven, preparada y normal, gente nueva con ganas de demostrar. Queremos personas educadas con la sensibilidad necesaria para tratar los problemas de este país, alejadas a ser posible de lo ordinario y lo vulgar. Que debatan y que defiendan aquellos intereses en los que creen. Y no queremos políticos poco talentosos, como la senadora leonesa que ha decidido dar la nota esta semana, que debería dimitir inmediatamente y sin ninguna duda, aunque sólo sea por vergüenza torera. Semejante salida de tono no se puede consentir, no hay margen de error. Ese estilo que tan bien domina de academia de politología, únicamente lleva consigo crispación y un mal rollo que no nos merecemos. La gente está harta de esa actitud verdulera. Esto ya no vende, y los que digan que ese es el nivel del que hay que dotar al congreso, creo que tienen un problema.

Necesitamos un tipo de políticos que no busquen el aplauso fácil, ni que su objetivo sea simplemente ‘hacer ruido’ con broncas y choques, para que comenten la jugada en las tertulias radiofónicas y así convencer al jefe de que te renueve otros cuatro años en el mundo de los privilegios. Muchos teníamos el Congreso y el Senado como algo serio, un lugar que imponía respeto, donde deberían estar los mejores, y donde el patinazo se pagaba muy caro. Dimisión. Ahora son sólo empleados por cuenta ajena que piensan que con un tuit solucionan el problema, y pelillos a la mar.

Pero como decía Javier Caraballo, lo que no saben es que tanto los chistes como la política si se tienen que explicar, es que no son buenos.
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