La calle del León

22/03/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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Durante dos maravillosos años fui un orgulloso vecino del Barrio de las Letras de Madrid. Enfrente de mi casa vivía el espíritu de Cervantes (allí murió el manco de Lepanto), un par de edificios más allá el de Lope de Vega... debería de haberme preocupado en caso de tener algún talento literario, imagino.

El caso es que allí, en un piso extremadamente sobrevalorado en la burbuja inmobiliaria que es el centro de Madrid, vivíamos cuatro personas de prácticamente los cuatro puntos cardinales del país (Almería, Málaga, Mallorca y León) compartiendo los que seguramente fueran los mejores años de nuestras vidas conscientes de que no se repetirían, pero echando también de menos nuestras casas.

Yo al menos me sentía cerca porque mi ventana daba a la calle del León, que si bien decían que se llamaba así porque un indio se había instalado allí en el siglo XVIII junto a un felino enjaulado cobrando a la gente por verlo, a mí me gustaba pensar que era porque en algún momento mi tierra fue referente de algo que no fueran las tapas.

Es por todo eso que algo se me removió por dentro este miércoles cuando vi los pendones desfilando por la Carrera de San Jerónimo, a tres calles de donde me había montado mi particular ‘León’. Porque es inevitable sentir orgullo por lo nuestro cuando se está lejos de ello y sobre todo, valorarlo especialmente cuando se regresa. Ojalá todos los que no pueden estar aquí encuentren su pequeño León en el tiempo en el que León encuentra un sitio para ellos.
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