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La calle de las ausencias

08/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
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Mi hermano se tuvo que tirar al lago Ausente para que pudiéramos completar con éxito una excursión dominguera. La leyenda familiar cuenta que salió tiritando, pero que levantaba como si fueran un trofeo las botellas de vino que habíamos puesto a enfriar en las aguas cristalinas y que terminaron naufragando. La leyenda popular cuenta que allí se hundió una moza que bajaba con el carro de bueyes desde la sierra de Sentiles, y que por eso ahora el lago Ausente es bravo, que hay oleaje y algunas noches se pueden escuchar el bramido de los bueyes y el lamento de la moza. Rodeado por un impresionante anfiteatro de caliza, helado en invierno, adornado por las urces moradas y amarillas en primavera, ofrece a rebecos y corzos un bebedero seguro y al senderista una de las panorámicas más hermosas de la montaña leonesa. Más abajo hay otro lago, el de Isoba, con otra leyenda (supongo que como todos los lagos), y muy cerca de éste los restos de un búnker de la Guerra Civil que te hacen olvidar de pronto la maravillosa armonía de la naturaleza para recordar la crueldad infinita que cabe en el ser humano.

En la ciudad de León hay una calle Ausente. Está al otro lado del Bernesga, en una zona donde las calles toman nombres de ríos: Sequillo, Valdueza, Silván, Araduey... No muy lejos está el paredón donde fusilaban a los presos del campo de concentración de San Marcos, los que veía pasar el niño Gamoneda sintiendo en la cara el frío de los barrotes de su balcón. Mire donde mire, aunque no quiera ver, por la ciudad o por la provincia, uno se encuentra con restos del horror que causó el enfrentamiento fratricida en este país, ese que los jóvenes españoles de hoy desconocen por completo, según las encuestas, a pesar de que el odio y la miseria moral que lo generaron siguen presentes en los discursos de nuestros políticos, a izquierda y derecha.

Esta semana, el Ayuntamiento de León ha anunciado que va a cambiar el nombre de 28 calles que tienen referencias al franquismo. Es lo peor que tienen las leyes: hay que cumplirlas. La de Memoria Histórica, que nunca se ha llegado a aplicar en el 90% del territorio, sigue generando debate después de aprobada, como si aún estuviera en tramitación. Algunos ven en ella simplemente un motivo de revancha, cuando lo único que pretende es recuperar la dignidad de las víctimas, algo que a estas alturas no debería ofender a nadie. A quien podría ofender el cambio del callejero es a los vecinos que cambiarán de dirección sin cambiar de domicilio, y a los carteros y a los repartidores, que también tienen su dignidad aunque no se refleje en su sueldo.

La solución que propone el Ayuntamiento de León, donde ahora son maestros en el arte de medir los tiempos, es dedicar esas calles a mujeres que han hecho importantes aportaciones a la ciudad, a la provincia o al país. Lo anunciaron en vísperas del Día de la Mujer, en el que ahora parece que todo el mundo quiere su cuota de protagonismo dejando de lado la importancia de luchar por la igualdad, olvidando que las victorias nunca lo son del todo si se consiguen desde una trinchera. Los egos y las ganas de abanderar, desde el Gobierno al último ayuntamiento, se ponen demasiado a menudo por delante del sentido común y de la necesidad de acabar con el machismo. Nadie está para presumir de nada. Más vale tarde que nunca, pero resulta cruel y bochornoso que hayamos tenido que pasar una Guerra Civil y ochenta años de olvido para reconocer los méritos de 28 mujeres.

Para terminar de enconar el debate, una de las que cambiará de nombre, de forma completamente innecesaria, es la calle Ausente, que pasará a denominarse calle del Lago Ausente para que nadie piense que hace referencia a Primo de Rivera... en el dudoso caso de que alguien supiera que le apodaban El Ausente. Como en el lago, quizá alguien escuche allí en las noches de luna llena las voces de las víctimas, pero es poco probable. En esta ciudad hay cada vez más ausencias.
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