27/08/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Lo bien que sienta un chapuzón de agua fría en el río Cúa o en el río Ancares, cuanto más aguas arriba mejor, aunque los veraneantes andaluces y catalanes digan que esto parecen las aguas del Polo Norte. Más corrientes, menos porquería, menos grados, para espabilarse de los sopapos de la actualidad, que dejan a una más que pasmada. Que cuando hablan las teles de elecciones generales el 25 de diciembre ya no sabe la gente si va en serio o si le está sentando mal los calores de finalde agosto.

Ya hace tiempo que prefiero los chapuzones de río que las jornadas piscinerasen recintos que tienen un listado de normas de comportamiento más larga que las negociaciones de si hay gobierno o no hay gobierno.

Prohibido entrar con ropa que no sea exclusivamente para el baño, prohibido comer sobre el césped, prohibido usar flotadores de plástico, prohibido entrar sin gorro, prohibido saltar, prohibido jugar a la pelota en el agua, prohibido correr, prohibido poner sombrillas... Y aunque no lo pone en los carteles,en muchas se ve que está prohibido entrar si no llevas un tatuaje hortera por toda la pierna o uno tipo dragón que pase de pecho a espalda. Si no tienes nada pintado, hay piscinas en las que te miran raro, raro, raro.

Así que me voy al río que cada gélida inmersión convalida por una sesión de lifting y eso que me ahorro. Y te puedes comer el bocadillo en la hierba de la orilla, donde igual no te hace falta sombrilla porque hay árboles bastantes. Y si buceas sin gafas no te pican los ojos.

De esos chapuzonesen el río sale uno dispuesto incluso a ir a votar el 25 de diciembre. Pero que se cuiden algunos, porque por mucho que te hayan calentado la cabeza, sales de ahí con tal refrigeración mental que no sé si a todo el mundo le iban a salir las cuentas.
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