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La burra de la alegría

15/04/2020
 Actualizado a 15/04/2020
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Éramos pocos y parió la burra es un dicho popular que perdió la semana pasada todo su significado en esta casa. El robusto cuerpo de Dulcinea llevaba un tiempo dando muestras de que la buena nueva no tardaría en llegar. «Hoy pare la burra» fue la frase más repetida durante varios días. Pero no acababa de parir. Normalmente los partos de estos animales son largos y alguna vez hemos tenido que echarle una mano con el alumbramiento, pero en esta ocasión no hubo tal necesidad y la buena nueva llegó cuando menos lo esperábamos: a la hora de la siesta. «Oye, que te parió la burra. Que pasaba el chico por allí y justo lo echó». No había nada más que escuchar. Camino de la era todo era alegría, a pesar de que las calles rezumaban silencio y el cielo amenazaba con tormenta. Como cuando sales de casa el primer día de las fiestas del pueblo con la camiseta de la peña impecable y enfilas la plaza mientras escuchas a lo lejos que los de la charanga calientan las boquillas de sus instrumentos de viento. Como cuando llegas a comer tarde a casa y al abrir la tapadera de la cazuela está tu comida favorita. Como cuando crees que te tienes que levantar pero al mirar el reloj descubres que puedes seguir durmiendo un par de horas más. Alegría como la de aquel día cuando saliste a dar un paseo con tu abuela y te contó sus aventuras de juventud. Como la de ese rato en el que te juntaste con los amigos y sin quererlo ni planearlo resultó ser una tarde para el recuerdo. Alegría como la de volver al pueblo después de unos cuantos meses fuera, como la de los primeros días de verano cuando eras un rapaz. Como la de aquella partida de mus en la que te repartieron las mejores cartas o la que te entró al probar el primer chorizo de la matanza y recordar a qué sabe eso de «toda la vida».La alegría de unas sopas de ajo al caer la tarde el día más frío del invierno, la de poner las zapatillas de felpa calientes tras calentarse junto a la lumbre. La alegría de quien te la da cuando no la tienes. Esa alegría. Como la que nos ha regalado Dulcinea, que cría a un buche hermoso que lleva por nombre Covadonga. En el bautizo improvisado no sabíamos que debería haberse llamado Alegría. Tampoco sabíamos que así recordaríamos muchos de esos momentos compartidos, y mira.
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