22/06/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
Hemos caído en la cuenta de la cantidad de bolsas de plástico y embalajes inútiles que rodean todo lo que consumimos. Una ballena muerta con el estómago lleno de bolsas hace unos días cerca de Tailandia fue un caso muy visual que ocupó por unos días noticias y muchos comentarios de redes sociales o de mesas de bares.

Greenpeace advierte que cada año van a parar a los océanos millones de toneladas de plásticos. Pero no hace falta irse a Tailandia o a grandes mares para ver que estamos llenando el mundo de basura plástica prescindible. Basta con darse un paseo por las orillas del Sil o por los contenedores amarillos de Ponferrada, que están siempre que no les cabe un bote más.

En España va a entrar en vigor, con retraso, la normativa europea que impide a los supermercados regalar bolsas de un solo uso, esperando que eso sirva para reducir el consumo. Muchas cadenas ya hace tiempo que no las regalan, lo que está muy bien si, como parece estar demostrado, por conciencia ambiental o por ahorrar unos céntimos, mucha gente se lleva el carro o unas bolsas reutilizables.

Pero bueno, además de la bolsa, está la cantidad de desechos plásticos que llevamos dentro de ella. Para hacer una ensalada, que cuenta como comida sana y saludable, no es difícil llenar una bolsa para el contenedor amarillo. El envase de la lechuga lavada y cortada, un bote de maíz, un vaso de queso fresco, un paquete de surimi que ahora se vende a precio de centollo –debe ser porque meten los palitos de tres en tres en una bolsita, tres bolsitas en una bandeja de plástico, y la bandeja en otro paquete. Llevas más plástico que surimi y encima lo pagas como mariscada–. Más la bolsa con un tomate, más la bandeja y el film del aguacate… y ya llenaste la bolsa de basura del contenedor amarillo. Según los datos de GreanPeace, el 50% de esta basura nunca será reciclada. Aquí cabe mucho debate, supongo, respecto a la gestión de residuos, pero cada vez que sale el tema de la gestión de residuos, se me vienen a la cabeza Tony Soprano y familia y eso es otro cantar.

Así que mejor que reclamar que nos gestionen mejor los residuos, apostaría por dejar de generar tantos. No creo que nos haga falta una bolsa de plástico cada día para la barra de pan para unos metros de la pandería a casa. Cuatro flanes pegados no necesitan estar envueltos en un cartón y después en un film. Ni las manzanas en bandejas y luego en bolsas. Y al surimi le sobran envoltorios. De hecho, el surimi sobraría en sí mismo, pero bueno, le da un colorincho a la ensalada. Esto último es una broma, pero todo lo de arriba no. Y como no nos lo tomemos algo en serio, no va a ser sólo una ballena en Tailandia.
Lo más leído