La belleza está en los ojos que miran

18/05/2022
 Actualizado a 18/05/2022
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Todas las modas son bellas para su tiempo y su afán, pero están condenadas a que no las entienda quien las mira desde la generación anterior. Y ya no te cuento desde dos o tres anteriores.

En el armario nuevo del comedor, que solo se abría para la comida del día de Santiago pues en Navidad hacía mucho frío, reinó la fotografía de boda de la abuela. De negro absoluto, tal vez intuyendo la viudez cercana, pero con una mantilla, negra por supuesto, bordada por manos sabias y hacendosas y un adorno de plata tan vieja como los años que tenía al ir pasando de vestido en vestido, decía la abuela que era de la abuela.

Aquel negro no era luto, era fiesta. Aquella belleza era otra belleza por más que sus biznietas se asusten tanto al mirarla como se asustaría ella si viera sus uñas de colores, sus pantalones tan rotos como nuevos, sus faldas tan cortas como su albedrío pide.

¿Qué diría el sastre que medía una y otra vez hasta ajustar al milímetro la longitud de las mangas del traje o la madre que te medía en directo una y otra vez para ajustar las vueltas a la anchura exacta del elástico al ver esas mangas que tapan las manos por decisión de la dueña de las uñas que visten la vida de colores? Qué iba a decir, que cada moda tiene su tiempo y la belleza también está en los ojos que miran.
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