La aspirina caducó

Por Alejandro Cardenal

Alejandro Cardenal
26/01/2021
 Actualizado a 26/01/2021
webkaxe25012021.jpg
webkaxe25012021.jpg
Los casi seis años que cubrí la actualidad de la Ponferradina fueron una época de contrastes, años de ilusión y de sorpresas agradables, pero también de desengaños y de chascos del tamaño de la torre de la Rosaleda.

Viví el fin de la era Claudio con una permanencia tan trabajada como sufrida, un mano a mano con un histórico por un hueco en el ‘playoff’ de ascenso a Primera, un descenso inesperado, el adiós y posterior regreso de una leyenda o la vuelta al fútbol profesional apenas un año después de coquetear con el abismo de la Tercera División.

En todos esos momentos, con la Deportiva unas veces rozando del cielo con la yema de los dedos, otras sintiendo en el culo el calor de las brasas del infierno, siempre hubo dos constantes invariables: jugar a domicilio era un auténtico calvario –salvo en contadas y memorables ocasiones como la goleada en Riazor –; y si un equipo marcaba récords negativos semana sí y semana también, la racha terminaba en cuanto los bercianos se cruzaban en su camino.

Era la maldición del equipo aspirina, un sambenito que parecía que iba a acompañar por los restos a los blanquiazules. Hasta que llegó Bolo. Primero consiguió cortar la hemorragia lejos del Toralín, convirtiendo a la Deportiva, pese a las pequeñas recaídas –no se acaba tan rápido con tantos años de vicios–, en un equipo incómodo también como visitante. Lo fue en un ascenso que se cimentó a base de exhibiciones a domicilio y tras el complicado regreso a Segunda, lo está volviendo a ser de nuevo.

Quedaba el más difícil todavía, acabar con la fama de ‘resucitador’ de causas perdidas. Y parece que lo ha conseguido. Aunque todavía escuece un poco aquel 0-3 de la décima jornada ante un Sabadell que en 90 minutos marcó prácticamente los mismos goles que en los nueve primeros partidos de Liga, parece que la Ponferradina ha dejado de ser un salvavidas. Ahora huele la sangre y lo aprovecha para enterrar un poco más hondo a equipos en apuros. Lo demostró con aquella remontada ante un Zaragoza que llegaba tras caer a puestos de descenso y lo volvió a dejar patente el sábado ante un Málaga que tendrá que esperar otra oportunidad para romper una sequía de tres meses sin ganar como local.

Y aunque el objetivo siga siendo cerrar la permanencia cuanto antes, con la sexta plaza a tiro, ¿cómo no ilusionarse?
Archivado en
Lo más leído