La arqueología del Pirulí

01/06/2018
 Actualizado a 05/09/2019
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La vieja realidad de que «las ciencias avanzan que es una barbaridad» puede propiciar y propició que aquella televisión que un día casi adoramos, cuando llegó al pueblo, al ver cómo corrían por sus adentros Gento y Kubala; o cómo surcabanlos océanos los barcos de ‘Viaje al fondo del mar’ sin necesidad de reponerle el agua; o cómo lloramos con la muerte de Chanquete como si fuera un pariente cercano... aquella televisión, decía, puede acabar en el rincón del museo etnográfico que tantas casas tienen en las paredes del corral al lado del trillo y el rastro, del escriño y la emina, haciendo de base para posar el cesto de sacar las patatas.

Las nuevas teles de plasma y alta definición, el TDTy las parabólicas arrumbaron con aquellos viejos aparatos en cualquier esquina, sin un respeto por los días de gloria que un día ofrecieron.

Ya nadie se acuerda de aquel invento de la televisión en color ruralcuando a algún vendedor de plásticos transparentes se le ocurrió hacer uno con varias tiras de colores, lo pegabas a la pantalla y ya veías los programas en color.

Ya nadie se acuerda cómo en un pueblo de nuestra montaña no había dios que se enterara de cómo iba el fútbol en la tele pues sólo se veían puntos y nieblas, apenas se adivinaban las figuras. «Es que la señal viene por el agua y el río está lleno de salgueras». Salió el pueblo de hacendera y no solucionaron nada... pero quedó el río como la patena. Gracias a la tele.
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