La aplicación del Plan Hidrológico en los ríos de León

La extracción de áridos del río y la importancia de las gravas para muchas especies animales suponen un problema en la provincia

Rodrigo Prado Núñez
04/11/2022
 Actualizado a 04/11/2022
Consecuencia de la extracción de gravas en el río Bernesga. | RPN
Consecuencia de la extracción de gravas en el río Bernesga. | RPN
Durante décadas, los ríos de la provincia de León han venido sufriendo un expolio de un recurso muy demandado por la sociedad, las gravas.
El boom económico del país, basado en el potente sector de la construcción, supuso una imperiosa necesidad de este recurso para desarrollar los nuevos polígonos de viviendas de las ciudades, así como megaconstrucciones diseminadas por todo el país.

La abundante red hidrográfica de León supuso ‘una mina’, para la extracción de estos cantos rodados imprescindibles para el necesario hormigón. Las retroexcavadoras no paraban de dragar los ríos, unas veces con las concesiones administrativas y otras con la excusa de proteger las poblaciones de posibles riadas.

Se trataba de un recurso que parecía ‘casi renovable’, como mostraba el hecho de que la extracción de un año se colmataba al año siguiente con las avenidas ordinarias, dejándolo preparado para una nueva actuación. Era el resultado de la dinámica fluvial, el proceso de erosión, de transporte y de sedimentación que se produce por acción del agua, que se encarga de arrancar material de los cursos altos de los ríos, para transportarlos hasta los cursos medios y bajos.

El problema se origina cuando en la parte media o alta del río se construye una gran presa, que retiene el agua y los sedimentos que de forma normal deberían ir desplazándose hacia los cursos bajos.

Si unimos a la falta de aportes desde la parte superior, la gran demanda de áridos por parte de la industria de la construcción en los cursos bajos, se produce un desequilibrio, el cual provoca que el agua en vez de emplear su ‘fuerza’ en transportar los cantos rodados, lo emplea en erosionar el lecho del cauce, clavándose de forma continuada.

Esto es lo que está pasando en los ríos leoneses, Órbigo, Bernesga, Porma, Esla..., y cuando hablamos de que el río se clava erosionando el lecho, estamos hablando de tramos donde puede hacerlo un metro o dos, pero hay tramos como en el Bernesga que puede llegar a los 4-8 metros de profundidad. Se calcula que el volumen de sedimentos perdidos en el Bernesga durante el último siglo por las excavaciones asciende a más de 2 millones de metros cúbicos.

Esta incisión, que de entrada se podría considerar como una ventaja para que el río no se salga de su cauce en caso de avenidas, implica una erosión remontante que tiene una incidencia clara en cualquier tipo de infraestructura perpendicular al cauce. A medida que la erosión avanza río arriba, profundizando, supone la destrucción de puentes, azudes, e incluso podría poner en peligro pequeñas presas.

La Confederación Hidrográfica del Duero, para minimizar estos problemas, que se han detectado varias décadas después, está aplicando lo establecido en el Plan Hidrológico, que es impedir la extracción de áridos de cualquier curso de agua, y en aquellos casos en los que una acumulación de áridos pone en peligro algún tipo de infraestructura, se procede a la extracción y se reubica por debajo de este punto para que vuelva a incorporarse a la dinámica fluvial, y que las avenidas ordinarias lo coloquen donde el equilibrio de fuerzas lo requiera. Este desplazamiento de áridos, aguas abajo de una infraestructura, es lo que se está haciendo en el Balsón de Santa Marina del Rey, donde se está realizando un dragado para su reubicación en los tramos más cercanos debajo del puente, dejando que las próximas avenidas se encarguen de su redistribución.

En el Bernesga el planteamiento es distinto, basándolo en el desmonte de motas laterales para incorporarlas al río, caso de Carbajal de la Legua, Azadinos, etcétera.

Las gravas en el lecho del río son fundamentales para numerosas especies animales. La trucha y otros peces precisan de gravilla para depositar sus huevos, y muchos macroinvertebrados las emplean en sus fases larvarias como soporte y protección. La ausencia de gravas en los ríos reduce drásticamente la capacidad biológica de esos cursos de agua, tanto a biomasa como a las especies. En este sentido, la Junta de Castilla y León está en contacto directo con la Confederación Hidrográfica del Duero, para que las actuaciones que se consideran necesarias para corregir esta situación, se desarrollen minimizando la afección a los cauces y al ecosistema asociado. Para ello, de forma previa a la entrada de cualquier máquina a los ríos, o la incorporación de la grava, la Sección de Pesca del Servicio Territorial de Medio Ambiente viene realizando de forma sistemática un rescate de los peces que haya en ese tramo, desplazándolos aguas arriba o abajo, para que no se vean afectados. Ya que los alevines y los pequeños peces buscan su protección entre los cantos rodados o las algas, lo que los condenaría a muerte cuando se producen los movimientos de áridos.

La Sección de Pesca y la Confederación no solo están en contacto continuo para minimizar los daños colaterales al ecosistema, si no para evitar dentro de lo posible la afección a los pescadores que aprovecharon estos ríos para practicar su deporte, y por eso se han concentrado las obras que pudieran afectar a la calidad de las aguas entre el 17 y el 31 de octubre.
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