19/09/2022
 Actualizado a 19/09/2022
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A pesar de la aparente conmoción a nivel mundial que parece está suponiendo la desaparición de la Reina Isabel II de Inglaterra, se empieza a notar una apatía general ante la llegada del rey Carlos III con esa especie de presencia fantasmal que le acompaña siempre, que es su reina-mujer. Y la apatía no es más que la puerta de entrada del rechazo, que es lo que los analistas comienzan a entrever.

La apatía de los soldados rusos en Ucrania parece indicar que comienzan a percibir que su sacrificio personal no le sirve a la sociedad rusa sino tan solo a su cabeza pensante, la cual se preocupa más de despachar a sus oponentes que de demostrar que su idea de ‘maniobrar’ para redimir a los pro-rusos atrapados en tierra hostil era el único y verdadero motivo de la invasión y la criminal invasión de otro país.

Y la apatía es la sensación que comienza a imperar en nuestra sociedad española, leonesa, viendo la negligencia de las autoridades ante cualquiera de los graves problemas que van apareciendo en un horizonte cada vez más teñido de humo y carmín: inflación, desabastecimiento, dejadez de funciones, incapacidad para enfrentarse a los incendios y demás desastres, incompetencia, en fin, de nuestros regidores, ocupados solamente en su permanencia en el sillón.

Pero la apatía es mala en sí, casi peor que la desesperación. Porque la apatía es la puerta de entrada de la dejadez, del no me importa, del allá ellos, del qué más da, que permite la entrada a todo extraño hasta el corazón mismo de nuestra desazón.

Cuando la guerra de Putin en Ucrania parece sufrir un parón y muchos de sus soldados se niegan a morir por una causa que no es la suya, a algunos españoles les puede venir a la memoria aquella historia de nuestra guerra civil en la que luchaban en el bando ‘que les tocara’ según su residencia y no según su ideología. Pero, el caso es que unos y otros iban tal vez a morir, a una trinchera que tan solo el azar les designaba. Como escribe Francisco Umbral en su ‘Leyenda del Cesar visionario’: «No son legionarios ni falangistas. No son fanáticos. Son soldados en cuya quinta ha caído una guerra. Gente del pueblo que va a fusilar a otra gente del pueblo».

Gente del pueblo que acude al entierro de una reina de un país que se ha salido de Europa no se sabe por qué, tal vez porque se siente superior y no desea compartir sus triunfos con los demás. ¿Sus triunfos? ¿Pero, una reina no es solo una apatía más?
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