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La afrenta monclovita

11/12/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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Pues muy bien, muy bonito todo, una catedral preciosa, una morcilla riquísima, aunque la recordaba de otra forma, mucho ambiente, ya sabes, el Camino de Santiago, pero mucho frío, eso sí… vamos… muy bien, ya te digo Soraya, está Burgos estupendo para pasar unos días». Y la vicepresidenta que entorna los ojos, pensando madre mía, no hacemos vida de él, qué cruz, Señor, menos mal que le llevamos y le traemos, que si tiene que sacar él los billetes igual acaba en el mismito León de Guanajuato.

Ya saben que la realidad siempre supera la ficción y que la escena anterior bien podría darse en Presidencia del Gobierno a la vuelta de Don Mariano tras su visita a este reino menguante, tan bien bautizado por Paco Flecha. Me dirán directores, editores y críticos que no tiene verosimilitud, pero yo tengo plena confianza en el señor Rajoy, que tantas sonrisas, incluso carcajadas nos ha provocado. Por si acaso, los periodistas no le preguntaremos mucho –si es que dejan preguntar, claro, que igual se viene con el plasma– no vaya a ser que acabe por situar la tierrina en el corazón de Castilla o se venga arriba y termine lanzando vivas a Don Pelayo. Son así estas visitas presidenciales, que con tijeretazo a la cinta o sin él, a mí me suena siempre a NO-DO. A ver si la cosa no se sale del tiesto, no vaya a ser que algún votante-fan del anfitrión popular, se venga arriba y le dé a Silván su cuota de protagonismo por su contundente respuesta a la afrenta monclovita, que recogiendo el guante de la UPL, con puño de hierro enmendó la plana al jefe del Gobierno, ahí va el alcalde tremolando el honor. Ya lo estoy viendo. El exaltado de turno que al paso de la comitiva ruge «¡Mariano y cierra, España!» y la réplica de otro no menos exaltado con acento serrano «¡Viva el munícipe por antonomasia!», que se note bien que por algo León es la Cuna del Parlamentarismo.
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