08/07/2021
 Actualizado a 08/07/2021
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Hay un suelto circulando por ahí que dice que el Gobierno está preparando una ley que le permitirá ‘movilizar’ a los mayores de edad para ‘luchar’ contra cualquier nueva pandemia, invasión u otra calamidad pública. Uno, cuando escucha la palabra ‘movilización’ tiembla como una hoja, porque nunca trae nada bueno. En caso de que esa ley se apruebe y, Dios no lo quiera, uno sea llamado a filas, un servidor se comportará como el protagonista de uno de los libros más divertidos y antibelicistas que leyó en su vida ‘Las aventuras del buen soldado Svejk’, lectura que os recomiendo para este verano que no parece tal. Sé, también, que uno no se debe de fiar ni mucho ni poco de lo que dicen los miembros(as) del gabinete, porque son expertos en lo de «donde dije digo, digo Diego», y la mayoría de las veces no hay que tomarlos en serio. Ni a ellos ni a sus voceros, que son bastante más demagogos e integristas que ellos mismos. Hablando de sus voceros: durante muchos, muchísimos años, los telediarios de la 1 fueron la habitual compañía de mi familia mientras comíamos o cenábamos. Ahora, después de mucho esfuerzo, he conseguido que se dejen de ver. Estoy más que harto de verlos, mayormente porque, además de ser la voz de su amo, se han convertido en los portavoces de todas las causas, justas o no, que atormentan a la sociedad. Estoy hasta la peineta de que hablen de los «colectivos vulnerables», cuando, en España, desde hace diez años, todo dios es vulnerable; menos los ricos, los funcionarios y los políticos, que para ellos no va esta juerga. Me estoy refiriendo, por supuesto, a los excluídos económicos, porque el resto, desde las feministas a los colectivos LGTBI, no lo son. Hoy no, a pesar de que con frecuencia algún hijo de puta se cargue a su pareja (mujer en el noventa y nueve por ciento de los casos). Pues, en los telediarios de la 1, todos los días les dedican a sus noticias un mínimo de cinco minutos y un máximo de diez. En realidad son más, aprovechando eventos como la semana esa famosa que tiene su epicentro en el barrio de Chueca, en Madrid. Estoy convencido que a la mayoría de los españoles estas noticias les traen al pairo, porque, desde hace tiempo, lo hemos asumido como algo normal, como la cosa más natural del mundo. Pero ellos, y los medios afines, erre que erre. No hay mejor cosa que ir de víctimas…

Como van de víctimas los catalanes y los vascos, cuando no lo son. Es más: las víctimas somos nosotros, ciudadanos de segunda división. ¡Ya quisiéramos los leoneses parecernos a ellos, y tener sus sueldos o sus privilegios fiscales! No tienen remedio. El asunto es dejar claro a los espectadores que tenemos el mejor gobierno del mundo mundial y que todo lo hace bien. Las cosas que salen un poco reguleras, como los repuntes en los contagios de la pandemia, siempre es culpa de la gente, del pueblo, que no cumple ni una norma. Estos días se trata de criminalizar a los jóvenes de todo el desbarajuste, cuando ellos son tan inocentes como un querubín de guardia en el cielo. La culpa de lo que está pasando es de los que les han permitido irse de juerga lejos de sus casas: sus padres, los colegios y las comunidades autónomas que piensan con el bolsillo en vez de con la cabeza. Otro ejemplo de esta manipulación constante es cuando comparan los muertos que la pandemia causó, sin ir más lejos, en Brasil. La 1 no para de proclamar a los cuatro vientos que Bolsonaro ha hecho una pésima gestión, que ha causado medio millón de muertos en el país del Amazonas. Se les olvida explicar que Brasil tiene 215 millones de habitantes. En España vivimos 47 millones de personas y, de hacer caso al Instituto Nacional de Estadística, aquí la han palmado por culpa del virus ciento treinta y cinco mil compatriotas. Uno se acuerda mal, pero se acuerda, de las reglas de tres que le enseñó el Hermano Tomás, alias el Oso, en el manicomio de la calle Álvaro López Núñez y no puede por menos de pasmarse ante el resultado: en España, per cápita, como se dice ahora, llevamos más difuntos que en Brasil. No hace falta engañar tan a lo tonto. Cualquier persona mínimante informada sabe que Bolsonaro es una desgracia con patas, que sólo gobierna para los ricos, que cada vez que habla suelta una barbaridad tras otra, que es un machista y que, seguramente, tiene algo de maricón, porque sólo así se entiende la fobia que tiene al colectivo LGTBI de allí… Lo que es cierto e innegable es que el Gobierno de Sánchez, en el tema de la pandemia, que es el asunto que más preocupa a los españoles desde hace año y medio, lo hace tan mal como el gobierno carioca, sino peor.

La pandemia ha traido muerte y pobreza. El Gobierno debería dedicar todos sus esfuerzos en sacarnos de este atolladero y no bombardeanos con leyes y decretos sobre la más variopista panoplia de cuestiones que, sin duda, son importantes, pero, como decía el mayor ladrón de España, y de Cataluña, cuando no quería contestar a una pregunta, «hoy no toca». Salud y anarquía.
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