Keynes y las suertes de leña

05/03/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Los que más saben –o unos de los que más saben– de la economía real, las perras que hay en la faltriquera, son los vendedores ambulantes, que en este campo de ortigas que va siendo la provincia son muchos pues muchos pueblos se han quedado sin ninguna tienda como yo me quedé sin abuela.

Y uno de ellos, Armenio el de Meno, me regaló en la época ya no de vacas flacas sino de esqueléticas una definición de crisis que a él le había explicado su madre muchos años antes y que no creo que sea capaz de superar ningún teórico de la escuela de Adam Smith ni de la escuela keynesiana, por citar a los que repiten los sabios de las tertulias, que no tengo ni zorra idea de qué decían ni qué proponen. La madre de Meno le dio un consejo: «Cuando esté muy claro que hay crisis tienes que hacer una cosa cuando cargues para repartir: De sardinas carga la mitad de cajas que antes, de marisco las mismas de siempre o alguna más». Piénsalo, que de sardinas Keynes no dijo nada.

Mira el montón de leña. Es otro baremo para las mismas teorías. Muchas de las calefacciones de gasoil se han apagado en nuestros pueblos, no llega el sueldo para los precios que tiene el combustible y la solución estaba en mirar a las viejas formas de subsistencia, a desempolvar las estufas de leña (de carbón mejor ni hablamos), de ir al monte a cortar las suertes de leña que te corresponden como vecino, a aprovechar los chopos de los prados, a prender la cocina. Al viejo calor.

Que no creo que Smith y Keynes hayan escrito nada de las suertes de leña.
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