20/03/2022
 Actualizado a 20/03/2022
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Como contrapunto al genocidio que está llevando a cabo Putin en Ucrania, es digno de admirar la acogida humanitaria polaca de ya más de dos millones de ucranianos que se han visto forzados a abandonar su patria. Este éxodo me recuerda el medio millón de españoles huyendo a Francia en pésimas condiciones al término de la guerra civil. Pero en este caso, el recibimiento se hizo en principio de modo inhumano, en playas sin cobijo ni alimentos, vigiladas por soldados senegaleses.

Uno creía que la nación más sacrificada de Europa era Polonia al tener la desgracia de estar encajada entre dos grandes potencias: Alemania y Rusia. Pero ahora, para su infortunio, Ucrania la ha sobrepasado. Tras la hambruna provocada por Stalin en 1932-1933 y las matanzas de los nazis en 1940 –destacando la masacre de Babi Yar, cerca de Kiev, a la que Shostakóvich dedicó su 13 sinfonía–, ahora sufre la invasión ordenada por Putin.

En las primeras escenas de la película polaca ‘Katyn’, se cruzan en un puente dos grupos de gentes que huyen apenas con lo puesto. ¡Adónde vais, que vienen los nazis!, gritan unos; y los otros: ¡Pero si detrás de nosotros vienen los rusos! Ahora Ucrania se haya también entre dos fuegos: la OTAN y la ambición de un desalmado con delirios de grandeza.

La masacre del bosque de Katyn fue una serie de asesinatos en masa de militares, policías, intelectuales y civiles polacos perpetrados por la policía secreta soviética (NKVD), entre abril y mayo de 1940, tras la invasión de los soviéticos al inicio de la II Guerra Mundial. En 1943 se descubrieron varias fosas con alrededor de 22.000 cadáveres que presentaban un tiro en la nuca. El referido film refleja con pormenor los hechos.

La orden de ejecutar a los polacos partió del Politburó, encabezado por Stalin y Beria (este último sería más tarde fusilado por orden de Jruschov), que de esta forma se pensaba privar a Polonia de las figuras más notables que pudiesen resistir la influencia de un gobierno títere de Moscú. Vasily Zarubin, un oficial de inteligencia soviético, realizó miles de interrogatorios para determinar a quienes se debía eliminar y quienes podrían ser útiles para el nuevo régimen.

Durante medio siglo Rusia no reconoció esta masacre. Se hacía creer que los asesinos habían sido los nazis pues las armas empleadas eran alemanas. Pero después de la caída del muro de Berlín, el gobierno de Moscú admitió la culpa y expresó su «profundo arrepentimiento» por hechos tan lamentables. En 1998 los gobiernos de Polonia y Rusia acordaron construir un monumento en honor de las víctimas de Katyn y de los miles de polacos que habían muerto en los campos de trabajo en territorio soviético. En 2010, con ocasión de una invitación de Putin al gobierno polaco para borrar la memoria de los muertos de Katyn, el avión que transportaba a los dignatarios polacos se estrelló en Smolenks. En el siniestro murieron 96 personas, incluido el presidente polaco LechA. Kaczynsky y su esposa.

Cuando la tragedia en Ucrania llegue a su fin, adiferencia de lo ocurrido en Katyn, Putiny los secuaces que le jalean no podrán mentir que no lo hicieron. Atribuirán la culpa al pueblo ucraniano por no descabalgar de su ‘criminal nacionalismo’ y contubernio con el enemigo occidental, vejando así la gloriosa ascendencia rusa,

Al igual que Polonia estuvo estragada por rusos y alemanes –y después Irak tras el 11-S por los EE UU– ahora le toca a Ucrania pagar el pato por la presión fronteriza de la OTAN sobre Rusia. Y en vilo toda Europa como posible campo de batalla. Que Dios nos proteja.
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