25/04/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Fue en la Edad Media cuando los leoneses empezaron a organizar este territorio, estableciendo un sistema en el que los propios vecinos se encargaban del gobierno de las poblaciones. Los cabezas de familia se reunían para decidir en conjunto sobre los distintos bienes y trabajos comunales –tierras, montes, ‘facenderas’ para arreglar caminos…–, que no eran pocos.

Los concejos, que así se llamaban, han ido resistiendo como han podido al paso de los siglos y, sobre todo, a las distintas reformas administrativas, hasta llegar a nuestros días en forma de juntas vecinales, de pedanías.

Sí, ya sé que también existen en otros lugares, pero en León constituyen uno de nuestros grandes pilares identitarios, y resultan fundamentales para entender quiénes somos. En la provincia hay 1236 –que se dice pronto–, muchas de ellas con muy pocos vecinos; pero todas, en mayor o menor medida, gestionan sus propios bienes: el agua, los montes, los cotos…

Bueno, pues resulta que, hace algo más de un mes, el Estado ha promulgado un Real Decreto que regula el régimen jurídico de los funcionarios de Administración Local con habilitación de carácter nacional (sic) –secretarios, interventores y tesoreros, vamos– que, digo yo que sin pretenderlo, amenaza directamente a nuestras juntas vecinales. A la idiosincrasia leonesa.

En esencia, el problema estriba en que ya no pueden ejercer como secretarios vecinos de a pie con capacidad suficiente para el desempeño del cargo, sino que han de ser funcionarios con habilitación de carácter nacional. Y eso es materialmente imposible, claro, con lo que las juntas vecinales no podrían siquiera solicitar subvenciones, por poner un ejemplo.

En definitiva, han vuelto a pasar –esta vez el Estado– una ‘apisonadora’ por encima de lo leonés, en esta ocasión ‘aplastando’ nuestro sistema de organización territorial –como ha ocurrido también con la historia, la lengua…–; y todo por no ser los leoneses quienes podamos gestionar nuestro presente. Ni decidir nuestro futuro.
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