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Juntas pero no revueltas

14/03/2023
 Actualizado a 14/03/2023
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Cuánto se ha escuchado y leído este 8 de marzo sobre feminismo. Mujeres y hombres conocedores y conocedoras del movimiento, personas ignorantes sobre el tema, feministas auto proclamadas como ‘las de verdad’, oportunistas (estas sí que son ‘las de mentira’) que históricamente se han opuestos a todas las conquistas sociales y de derechos de la mujeres, no ha faltado ni la folklórica presencia de la que dice: «Yo no soy feminista ni machista» y se queda más a gusto que un arbusto tras semejante perla incongruente. La lectura positiva de la marea morada que en 2023 se tornó a marejada es la repercusión social y mediática que ha tenido. Portadas, entrevistas, reportajes que han propiciado que la realidad de las mujeres fuera objeto de reflexión, opinión y debate, atrás ha quedado la pequeña manifestación del 8 de marzo en la que todas salíamos de la Plaza de Guzmán ante la mirada curiosa de algunos y algunas transeúntes.

Bienvenido sea el debate si trae consigo que la desigualdad real que sufrimos las mujeres desde el inicio de los tiempos se visibilice, gracias a la lucha de muchas compañeras hemos avanzado en la conquista de derechos pero aún distamos mucho de alcanzar la igualdad real como claramente evidencian los suelos pegajosos, los techos de cristal, las brechas que sufrimos y la terrible realidad de 1.192 mujeres asesinadas por violencia de género desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy. La cara peligrosa es que a un movimiento multitudinario dirigido a la mitad de la población que convoca a miles de mujeres en toda España enseguida lo sobrevuelan los buitres intentando apropiarse del mensaje feminista que más les interese. En la era del populismo y del postureo es imposible que no intenten parasitar una ideología más, retorciéndola hasta que encaje en el eslogan. Les auguro un fracaso señoros y señoras de las estrategias con una meta distinta a la igualdad entre hombres y mujeres.

Como movimiento político y social el feminismo está vivo, se enfrenta a nuevos retos y realidades sociales como los derechos LGTBIQ+, los vientres de alquiler, la abolición de la prostitución, el retorno a las instituciones de la ultraderecha más negra que pretende reabrir debates ya superados como el derecho al aborto o la necesidad de políticas de igualdad para combatir el terrorismo machista que se sigue cobrando diariamente vidas. Sobre la ‘unidad’ del feminismo, las mujeres también hemos recibido muchas lecciones últimamente. Reproches de quienes no han estado nunca y de quienes habiendo estado parece que un movimiento que no se maneja fácilmente no les conviene.

La pluralidad es un valor democrático muy importante que implica la expresión de opiniones, el diálogo, la convivencia y la búsqueda de soluciones que generen beneficios a todas las partes involucradas. También implica libertad. Yo quiero un feminismo libre por encima de todo. Todos los movimientos políticos y sociales han sufrido metamorfosis, replanteamientos y divergencias en su evolución a lo largo de los años de la misma manera que evoluciona la sociedad a la que representan. Unidas sí, pero no uniformes, libres, plurales y diversas y así seguiremos siendo el dique de contención de la ultraderecha, el único posible, el que no va a permitir la cosificación de nuestros cuerpos, la infantilización de nuestras decisiones, la discriminación por motivos de sexo ni la negación de la violencia machista.

Juntas es necesario para no perder de vista el peligro que acecha que pretende hacernos vivir el cuanto de la criada, otra vez, pero nunca revueltas sino distintas y libres. Como escribió Agustín García Calvo en su poema: «Libre te quiero como arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía. Pero no mía ni de Dios ni de nadie ni tuya siquiera».
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