17/04/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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La ignorancia es muy atrevida. Mucho. Aquí me tenéis a mi, por ejemplo más cercano. Uno, en su mayúscula ignorancia, es capaz de escribir todas las semanas una columna hablando de las cosas más serias y graves que pasan en este pueblo, en esta provincia o en este país. Y me quedo tan ancho; no me pongo ni colorado de las bobadas que escribo. Y no penséis que soy yo solo; a la inmensa mayoría de los engreídos y pedantes que llenan los diarios de este país, les ocurre lo mismo. Uno, en un afán de justificarse, piensa que lo escribe no es a dictado de nadie. No tengo porqué defender a nadie que me paga, ni ideas que no tienen un pase, ni doctrinas coyunturales, ni pensamientos que compra el vil metal. Uno, en su ignorancia, es libre, y como tal escribe las mayores barbaridades que se le ocurren porque le da la gana. Punto. ¿Y los demás juntaletras?, ¿hacen lo mismo, escribir lo que les da la gana y punto? ¡No hijo, no! La inmensa mayoría de ellos son gente apesebrada. ¿Qué no? ¿Vosotros, cándidos lectores, creéis que todas las cosas, la mayoríasin sentido, o con mucho sentido, que escriben Federico Jiménez Losantos o Enric Sopena, (pongo a estos dos como gente opuesta), les sale del magín sin que nadie les susurre algo a la oreja? Uno está seguro de que no. Y si no es así, si son libres para escribir lo que escriben, que su médico de cabecera les de un volante para ingresar en el manicomio más cercano a la menor tardanza.

Y en las tertulias de la tele o de la radio, sucede algo parecido. ¿O pensáis que el Ferreras o el tonto del haba que se han cargado en la Cuatro son tan rogelios? Es imposible. Ni Ilya Ehrenburg, el periodista de confianza de Stalin, lo era tanto. ¿O creéis que los demagogos de la tele de los obispos o de Intereconomia pueden ser tan carcas o tan fascistas en sus opiniones? Ni de coña. Defienden, tanto los unos como los otros, la peor versión del capitalismo: decir al público lo que sus jefes quieren que escuchen. Eso, lógicamente, les reporta dinerito, en forma de anuncios, etc. Estos buenos señores, tanto los que hablan como los que escriben, los creadores de opinión, se venden por algo más que un plato de lentejas.

En este diario, que tiene la osadía de publicar mis necedades, escribe un montón de gente. La mayoría no cobramos. Nos basta, como pago, la mera publicación de lo que decimos. Con esto, sólo con esto, está nuestro ego satisfecho. Uno lee casi todas las columnas de la Nueva Crónica. Algunas, como las que escriben los domingos la sociedad “Tioso”, (tío y sobrino), con mucho interés y cariño. Casi nunca me decepcionan, sobre todo las del sobrino. También las del “jefe de estudios” y las de Sergio o las de Mirantes. En general, me gustan. Pero, mirad si es curioso, estos chicos cobran por hacerlo. Las de los otros, las de los narcisistas, como uno, que escriben porque les da la gana, sin cobrar, no tanto. ¡Que se yo!, será así.

Salud y anarquia.
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