Imagen Juan María García Campal

Juego de caracteres

29/07/2020
 Actualizado a 29/07/2020
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Lo confieso, con el calor no me sé atemperar, me exaspero gradual pero aceleradamente. Voy sintiendo cómo según sube el termómetro va disminuyendo mi capacidad humorística y se me va tornando agrio el carácter –¿más aún?, se preguntará alguno– a la par que la vista o aptitud y actitud interpretativas de la realidad se me van al nubarrón tormentoso y piensa uno que ya bastante atormentada se viene presentando ésta sin visos de escampar. Así, bien comprenderán que hoy se me haga tinta seca atender la devoción de escribirles los dos mil quinientos caracteres semanales con opiniones personales o cosas mías y, también así, ya puedo informarles que con sólo darles a entender mi estado de ánimo en medio de estos calores un poco anormales para estos lares ya les llevaré escritos al próximo punto y aparte ochocientos cuarenta y siete caracteres.

Sí, sé que no es la primera vez que me doy a estos juegos numéricos con la longitud de mis párrafos. Aunque les cueste creerlo, sí me sirven para atemperar, al menos, el genio que el elevado bochorno me despierta y dispara. Me gustan los juegos numéricos –llamarlos matemáticos sería sobrado–. Frecuentemente los uso para, a la par, darle vueltas a alguna idea o emoción que me ocupe. Es como si mientras una parte de mi cerebro se ocupase en resolverlos; la otra, con serenidad absoluta se ocupase y gozase en la reflexión en que estuviese ocupada. Quizá solo sea que mi cerebro sea un revoltijo de neuronas cortocircuitadas y que el milagro sea que ya esté al nuevo punto y aparte con mil quinientos noventa y dos de los caracteres cumplidos.

Mas, no crean que no elucubro mientras escribo y juego, que ese es el orden, sobre esta realidad que nos toca vivir. Sí lo hago, sí. Cómo no hacerlo ante los múltiples rebrotes de contagios del coronavirus que aparecen por doquier y por ende sobre la responsabilidad individual y social que servidor añora cada día más. ¿Tanto urge volver precipitada e inconscientemente a la normalidad prepandémica? ¿Tan excelente le parecía a todo el mundo? ¿Ante una crisis como ésta, a nadie se le ocurre pensar en una posible catarsis, aun sólo fuera cambio en los comportamientos? ¿Cómo sin cambiar nuestros usos particulares se va a plantear un cambio en la estructura del sistema productivo del país? ¿Cómo vamos a saber enfrentar las dificultades de lo por venir?

Queda ahora, escritos los dos mil quinientos caracteres al punto final, tan sólo desearles:

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. Cuiden, cuídense.
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