Juan Diego Flórez y el reto de cantar a Puccini

El tenor peruano culmina su evolución vocal con ‘La Bohème’, papel puramente lírico. La impresionante producción de la Royal Opera se verá en directo este jueves en Cines Van Gogh

Javier Heras
20/10/2022
 Actualizado a 20/10/2022
El regista inglés Richard Jones respeta la ambientación de época, el París del siglo XIX. | ROYAL OPERA HOUSE
El regista inglés Richard Jones respeta la ambientación de época, el París del siglo XIX. | ROYAL OPERA HOUSE
Era cuestión de tiempo que Juan Diego Flórez se atreviese con Puccini. Desde hace un lustro, el peruano (1973) viene dividiendo en dos partes sus recitales, como pudieron comprobar en España el Real, el Liceu o Peralada. Primero, arias de Rossini, Bellini y ese bel canto que ha cimentado su carrera. Después, números del repertorio romántico francés e italiano, entre ellos ‘Che gelida manina’, de ‘La Bohème’. Con los años su voz ha ganado potencia y carnosidad, de modo que los papeles de tenor lírico ya no le quedan grandes.

La ocasión estuvo a punto de llegar en marzo de 2020, cuando debutaba como Rodolfo en Zúrich. Pero des pues de solo una función –la del estreno–, se canceló por la pandemia. Dos años y medio más tarde, al fin puede desquitarse en Londres. El rol del poeta bohemio y enamorado de la costurera Mimì le enfrenta a un reto: exige volumen y esfuerzo en su registro medio, pero le permite lucir la belleza de su timbre, la elegancia natural de su fraseo, la atención a las dinámicas y acentos o la facilidad de sus agudos, que mantienen el brillo de siempre.

Este jueves a las 20:15 horas Cines Van Gogh lo retransmitirá en directo desde la capital británica. Flórez no podía elegir mejor escenario: su relación con la Royal Opera se remonta a 1997, solo un año después de su debut profesional en el festival Rossini de Pesaro. Si la orquesta estará comandada por el alemán Kevin John Edusei (1976), titular de la Sinfónica de Múnich, en el elenco destaca Ailyn Pérez (1979). La soprano estadounidense ha recibido los premios Richard Tucker y Beverly Sills.

Desde los años 70, Covent Garden solo había presenciado una producción de ‘La Bohème’: la de John Copley, repuesta hasta en 29 ocasiones. Hasta que en 2017 el título más representado de su historia (más de 650 funciones desde el estreno en 1897, apenas un año después de su première mundial) cambió definitivamente de piel. El nuevo montaje lo firma Richard Jones (1966), director del año para la revista Opernwelt en 1994.

El regista y dramaturgo inglés respeta la ambientación de época –el París del siglo XIX– pero plantea a su manera una transgresión: rompe la cuarta pared y deja a la vista el artificio teatral. El público ve los entresijos y bastidores, los movimientos de los tramoyistas, los extintores, la máquina de falsa nieve, los cambios de decorados. Elaborados por el escocés Stewart Laing (creador de ‘Titanic’ para Broadway), nos sitúan en una austera buhardilla y en una lujosa galería comercial, donde ubica el café Momus. Aún más logrado resulta el tercer acto, que aprovecha el inmenso escenario londinense. A medida que concluyen las escenas, los decorados se amontonan en el fondo y en los laterales, como recuerdos o fotos de un álbum.

Jones, que empezó como músico de jazz, ha merecido seis premios Olivier y aspirado al Tony. Siempre atento a la dirección de actores, se esfuerza en subrayar la complicidad del grupo de artistas. Su enfoque realista y cotidiano encaja al dedillo con un título como éste. El público se identifica con unos personajes que no son dioses o aristócratas, sino unos humildes estudiantes.

Cuando ‘La Bohème’ vio la luz en Turín, nadie entendió nada. Más que la música –moderna y a ratos disonante, sí, pero no tanto como la de su contemporáneo Richard Strauss–, desconcertó que la trama no tuviese conflicto o intriga. Es más bien una colección de retazos de París. Allí, en el Quartier Latin o en Montmartre, el periodista Henri Murger (1822-1861) se había codeado con artistas a los que dedicó distintos artículos. Los reunió en el libro ‘Escenas de la vida bohemia’, que convirtieron en libreto de ópera Luigi Ilica y Giuseppe Giacosa.

Supuso el primer éxito de Puccini, a pesar de las tensiones con los escritores de ‘Tosca’ y ‘Madama Butterfly’, que obligaron a que intermediase el editor Giulio Ricordi. Al final, cada uno dio lo mejor de su parte: la música describe el ambiente de la ciudad –que pinta la orquesta– y a sus personajes, con melodías conmovedoras como el vals de Musetta, ‘Mi chiamano Mimì’, ‘O soave fanciulla’. Por otro lado, el texto, de gran nivel literario, hace creíble la tragedia gracias a los dos vibrantes primeros actos, una celebración de la vida. El amor entre Mimì y Rodolfo no empalaga porque, como contrapeso, Marcello y Musetta discuten sin parar. Por cierto, el compositor (1858-1924) también vivió en una buhardilla –en Milán– y empeñó un abrigo para saldar deudas.
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