Juan Diego Botto: "Todo mi teatro está recorrido por la memoria"

El actor y dramaturgo argentino regresa este jueves al Auditorio Ciudad de León con el espectáculo ‘Una noche sin luna’, una pieza de creación propia que toma como base los textos de Lorca con el propósito de "mirarnos en el pasado para entendernos en el presente"

Joaquín Revuelta
04/03/2021
 Actualizado a 04/03/2021
El actor y dramaturgo argentino Juan Diego Botto en un momento de la representación de 'Una noche sin luna'. | MARCOS GPUNTO
El actor y dramaturgo argentino Juan Diego Botto en un momento de la representación de 'Una noche sin luna'. | MARCOS GPUNTO
La última vez que Juan Diego Botto se subió al escenario del Auditorio Ciudad de León, al que regresa este jueves para poner en escena ‘Una noche sin luna’, un montaje propio sobre textos de Federico García Lorca que ha dirigido su amigo Sergio Peris-Mencheta, fue en septiembre del año pasado, entonces para recoger el premio al mejor actor que le concedió el jurado del Festival de Cine y Televisión ‘Reino de León’ por su papel en la serie de Netflix ‘White Lines’, una vivencia que el actor y dramaturgo argentino recuerda con especial emoción. «Lo recuerdo con mucho afecto. Estábamos en plena pandemia, acabábamos de salir del confinamiento y poder salir de Madrid para acercarme a León la verdad es que fue muy oxigenador. León es además la tierra de mi mujer y siempre es un placer poder visitarla. Además, se trata de un festival muy bonito que hace un gran esfuerzo por acercar el cine a los leoneses y leonesas. La verdad es que fue una gala muy divertida y muy grata, así que lo recuerdo con mucho cariño».

También en los últimos meses, Juan Diego Botto se ha visto involucrado indirectamente en asuntos relacionados con León y sus gentes, como el apoyo al manifiesto encabezado por el poeta y escritor Antonio Gamoneda en el que se insta a Paradores a que instale un memorial que recuerde a quienes padecieron la terrible represión franquista en el campo de concentración de San Marcos o su colaboración en el libro del fotógrafo berciano José Antonio Robés ‘Las voces de la tierra’, que saca a la luz objetos aparecidos en las fosas comunes de las víctimas del franquismo. «Tiene dos motivos esa equipación. La primera obvia, mi propia historia redunda con este hecho. Sé lo que es haber perdido a alguien a manos de una dictadura, en mi caso en Argentina, sé la relevancia que tiene la memoria para restaurar heridas a las víctimas de una dictadura y la importancia que tiene la memoria no solo para restaurar heridas para con las víctimas sino además para servir de faro para decir esto no se puede repetir nunca. Creo que es importante mantener esos faros de la memoria. Y hay otra parte que es lógica y que tiene que ver con el hecho de que el bisabuelo de mi mujer, Olga Rodríguez, estuvo preso en el campo de concentración de San Marcos y terminó más tarde en una cuneta cerca de Villadangos del Páramo», señala el actor argentino, que con relación al libro de Robés recuerda que escribió una fábula en torno a un sacapuntas y lo que podría haber pensado el dueño de ese sacapuntas minutos antes de que lo fusilaran.

La figura del padre ausente ha estado muy presente tanto en la vida real como en la trayectoria profesional de Juan Diego Botto, hasta el punto de vertebrar buena parte de su obra teatral e iluminar algunos de sus mejores trabajos para el cine, como es el caso de la inolvidable ‘Martín Hache’ de Adolfo Aristarain. «Obviamente ya tengo una edad y las cosas evolucionan, pero esa ausencia es algo que marcó mi vida y marcó mi personalidad para siempre. Ese fue el motivo por el cual nos fuimos de Argentina, mi madre se tiene que exiliar, y ya desde ahí hay una rotura, una línea clara que divide mi vida antes del exilio y después del exilio. Yo era un niño, tenía cuatro años escasos, pero esa ausencia de mi padre tiene que ver con esa ruptura clara, que configura mi forma de ver el mundo, que tiene que ver con ese mirar la impunidad como algo innegociable, como vivir con el dolor de esa ausencia, una ausencia que además ha sido arrebatada. Todos esos hechos me conforman para ser como soy. Obviamente si hay algo que puede atenuar el dolor es el tiempo, así que con el tiempo las cosas van adquiriendo otra dimensión, otro color, pero es algo que da forma también a quién soy y a todo mi teatro. Todo mi teatro está de alguna manera recorrido por la memoria y por esos hechos de nuestro pasado que nos conforman y van determinando nuestra identidad», sostiene Botto.Preguntado si el director Adolfo Aristarain tuvo presente su historia personal cuando le ofreció el personaje de Hache en la película ‘Martín Hache’, el actor argentino recuerda que fue una coincidencia de factores lo que llevaron a Aristarain a ofrecerle ese personaje. «Él estaba buscando un chaval de mi edad. Federico Luppi había conocido a mi padre, conocía a mi madre y me había visto en ‘Historias del Kronen’. Cecilia Roth no me conocía pero sí conocía a mi madre. Luppi le hizo saber  a Adolfo de mi existencia y para mi sorpresa sin hacerme ni prueba ni nada me dio el papel. Para mí es una película que ha sido muy importante en mi vida. Primero porque creo que es muy difícil para cualquiera que se dedique al cine hacer una película que perdure en el tiempo. La mayoría de las películas que hacemos son mejores o peores, pero tienen un recorrido limitado. Sin embargo, de vez en cuando, tenemos la suerte de participar en proyectos que de alguna manera quedan en la memoria del publico y sobreviven al paso del tiempo. Yo creo que ‘Martín Hache’ es uno de esos. Habla de algo que no caduca, habla de las relaciones entre padres e hijos, de esa dificultad de comunicación que a veces se da entre padres e hijos, y ocurre con esa película algo que para mí es sorprendente, que uno la ve como hijo y tiene todo el sentido y uno piensa que está escrita para ser vista como hijo, pero cuando la ves como padre de repente te das cuenta que tiene todo el sentido y que está escrita para ser vista como padre», argumenta su protagonista, para quien la película funciona en los dos sentidos y los argumentos de ambos están muy bien explicados y muy bien justificados. «Hacía mucho tiempo que no la veía y hace poco la volví a ver y ya no lo hice desde el punto de vista de Hache sino desde la perspectiva de su padre, sobre todo ahora que ya soy padre».

La figura de Cristina Rota, madre de Juan Diego Botto, ha sido fundamental no solo en su vida sino también en su profesión, pues como maestra de actores recibió de ella sus primeras lecciones de vida y de interpretación. «Mi madre contribuyó mucho y contribuye. Por ir a lo más genérico y a lo mejor también lo más importante, a mi madre le debo no solo mi formación como actor sino fundamentalmente a enseñarme a amar este oficio. A amarlo y a encararlo con el respeto que se merece, con el respeto de pensar que nunca lo dominas plenamente, de pensar que tienes que dedicarle siempre el esfuerzo a cada personaje como si empezaras cada vez. Yo recuerdo una cosa que solía decir mi madre en las clases y que a mí se me grabó a fuego. Decía que si tú le dedicas un seis de esfuerzo a preparar un personaje cuando llegue el momento de rodar obtendrás como mucho un seis. Si le dedicas un diez de esfuerzo obtendrás un nueve o un ocho. Pero lo que no ocurre nunca es que dediques un cinco y obtengas un nueve. Eso no ocurre. Y a mí eso se me ha quedado porque al final lo que quería decir es que hay que trabajar, trabajar y trabajar. Tienes que recibir un personaje y ponerte a estudiar, asociar y pensar, y si el personaje es un pescadero ir a una pescadería y ver cómo es ese oficio. Es un trabajo muy bonito, tenemos la suerte de dedicarnos a algo hermoso, y hay que intentar hacerlo con mentalidad de artesano, con cuidado y meticulosidad, dedicándole horas y trabajo como un orfebre encararía un encargo», señala el actor, que de todas las lecciones de vida que ha recibido de su madre destacaría sobre todo una voluntad de compromiso. «No vivimos de forma aislada, no vivimos como entes aislados, vivimos en comunidad y hay un compromiso humano por tratar de mejorar la comunidad social en la que vivimos. Cada uno lo entenderá a su manera pero implica un compromiso social para tratar de hacer de este mundo lo mejor posible y no permanecer ciego ante las muchas tropelías que ocurren a nuestro alrededor».

Con Federico García Lorca ha mantenido una larga y estrecha relación, desde que a los 13 años comenzará a leer sus poemas. «Mi madre tenía las obras completas, que recuerdo estaban en tres tomos en cuero de la Editorial Aguilar. Lo primero que leí fueron los poemas del ‘Diván del Tamarit’ y me gustaron mucho, por lo que seguí leyendo más y más hasta llegar al teatro, que realmente me apasionó. Después caí en el ‘Romancero gitano’ , ‘Poeta en Nueva York’... Todos tenemos ese autor que vamos leyendo y seguimos leyendo a lo largo de nuestra vida y parece que lo conociéramos. Generas un afecto con ese autor, aunque no lo has conocido en tu vida. Siempre había tenido en la cabeza hacer un recital que con el tiempo se terminó convirtiendo en una obra original sobre su vida», declara el actor, que no entra a valorar el espectáculo del leonés Carmelo Gómez ‘A vueltas con Lorca’ por no haber tenido ocasión de asistir a él. Sí, por el contrario, remarca el carácter actual de la obra que este jueves a las 19:30 horas con entradas a 15 euros se representa en el Auditorio de León. «Hablar del pasado solo tiene sentido cuando ese pasado dialoga con el presente, cuando tiene algo que aportar a un presente que está vivo. Como te decía la idea era hacer un recital pero según fui leyendo, no tanto la obra que la conocía más, como la propia vida de Lorca encontré una suerte de ecos que resonaban mucho en nuestra actualidad. A Lorca le tocó vivir un cruce de caminos que fue clave en la historia del siglo XX y él tomó una serie de decisiones en ese cruce de caminos que son determinantes y que conducirían finalmente a su fusilamiento. Tenía la sensación de que había algo en su vida, en sus decisiones, en el momento histórico que le tocó vivir, que resonaba de forma muy fuerte en nuestra época. Entonces hay como una suerte de juego de espejos a lo largo de la función, que fluye de forma natural porque su pasado tiene tanta presencia en nuestro presente que no había que forzar mucho, estamos hablando de su época y cualquiera diría que estamos hablando de la nuestra. Traemos a escena citas suyas de entrevistas, conferencias y charlas que parecen que hubieran sido dichas para responder a cuestiones de hoy, y esa es un poco la voluntad del espectáculo, mirarnos en el pasado para entendernos en el presente», sostiene.  ‘Una noche sin luna’ ha supuesto el reencuentro con el actor y director Sergio Peris-Mencheta tras su exitosa colaboración conjunta en ‘Un trozo invisible de este mundo’ en la que abordaron el drama de la inmigración y el exilio. Juan Diego Botto se muestra muy satisfecho con el funcionamiento de este binomio artístico, que en el caso de la obra anterior les reportó cuatro Premios Max. «Somos muy distintos como teatreros, pero precisamente por eso creo que nos entendemos muy bien. Yo soy un tipo bastante más intenso y él es un tipo bastante más juguetón, y precisamente esa combinación consigue que lo que hacemos funcione y camine bien. Sergio saca todo el sentido del humor posible a lo que escribo y creo que yo doto de estructura a lo que él dirige. Y esa combinación funciona muy bien. También hay algo en entender este oficio como que no hay necesidad de sufrir sino que el proceso creativo puede ser divertido y lúdico. Ambos somos de la misma generación, del mismo año, hay muchos códigos que son comunes y funciona eso que se ha dado en llamar afinidades electivas. Hay algo que no sabes muy bien definir por qué con una gente te entiendes con enorme facilidad y con otra tienes que explicarte muchísimo».Dentro de esas ‘afinidades electivas’ a las que hace referencia Juan Diego Botto se encuentra el director de cine Víctor García León, con el que acaba de trabajar recientemente en ‘Los europeos’, sobre una novela de Rafael Azcona, y por cuyo papel ha sido nominado al Goya. «La verdad es que fue un placer. Creo que Víctor tuvo la virtud de saber llevarse la adaptación de la novela original de Azcona a su terreno. Pienso que hizo algo muy personal que a la vez tiene mucho que ver con Azcona, siempre con esa mala leche que tenía este gran guionista y escritor para hablar de lo más duro, riéndonos de nosotros mismos, y yo creo que la película recoge todo eso. Además fue un proceso muy placentero. Víctor es un buen director de actores y tuve la suerte de colaborar con Raúl Arévalo, que es un excelente actor y un gran compañero, y con una actriz francesa que era estupenda también. Como te digo fue un proceso muy placentero», reitera Botto, que confiesa no haberle pedido consejo a García León para su próximo gran reto profesional que es debutar detrás de las cámaras con un thriller ambientado en la crisis económica del 2008 y que tendrá como protagonista a Penélope Cruz, algo que le provoca un cierto vértigo. «Sí que me da vértigo, mentiría si dijera lo contrario. Y sería un irresponsable si no sintiera ese vértigo. Tengo muchas ganas, mucha ilusión, tengo una historia que creo que está bien, pero siento vértigo. Tienes al final un montón de gente mirándote, con expectativas sobre lo que les vas a pedir y la responsabilidad de conseguir sacar una buena historia de ese material que está en el papel», asegura el actor, que ha elegido la crisis económica como telón de fondo de la historia, consciente de que lo suyo es más el drama que la comedia. «Pienso que el arte se nutre del conflicto. Al final hablar de la crisis no deja de ser una excusa para hablar también de sentimientos. La película está localizada en una crisis económica, pero la historia es cómo reaccionamos, cómo afectan a las relaciones entre padres e hijos todos esos vaivenes externos. Además, cuando la escribí no me podía imaginar que nos íbamos a ver inmersos en otra crisis», asegura el actor y director argentino, al que el reconocimiento de sus compañeros en forma de un posible premio Goya le alegraría especialmente. «Es muy difícil estar simplemente nominado, por lo que ya se puede considerar un triunfo. Se hacen un montón de películas al año y son muy pocas las seleccionadas. Si la cosa se queda ahí, en una nominación, lo considero ya un premio. Pero si me lo dan, pues más feliz que unas castañuelas, obviamente lo celebraré y lo celebraré mucho. Y si no también lo celebraré por haber llegado hasta ahí. Cuando uno es más joven ansía los premios, pero ahora le das más importancia al trabajo en sí que al premio. Creo que el premio de cualquier actor es poder estar trabajando y haciendo los proyectos que a uno le gustan», sostiene el intérprete argentino, que no tiene respuesta a la pregunta de qué tienen los actores y actrices de su país que los hacen tan naturales, tan reconocibles y tan apreciados por parte del público español. «La verdad es que no te sé responder a esa pregunta. Si supiera el secreto haría siempre buenos trabajos. No lo sé, pero sí es verdad que paradójicamente en Argentina se piensa lo mismo de los actores españoles. Allí también se preguntan por qué son tan buenos los actores y las actrices que vienen de España. Debe de haber algo para que nos gustemos mutuamente a 14.000 kilómetros de distancia. Pero no sé responder a esta pregunta. Pienso lo mismo que tú, creo que tiene que haber una respuesta a eso. Quizás tiene que ver con los años de formación, quizás tiene que ver con los primeros lugares donde empezó a enseñarse interpretación por carambolas históricas y por carambolas de exilio. Todas las primeras grandes escuelas de teatro se fueron o bien a Estados Unidos o bien a Argentina y hay una tradición que viene de más atrás. Pero ni siquiera me atrevería a asegurar que tiene que ver con eso», concluye.
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