Joven, a hacha, en menguante...

21/12/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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La madreña es un tratado de la mejor historia, la de las gentes del ande yo caliente, de los militantes de las viejas costumbres...

Si hablas con un madreñero te contará que no se trata solamente de arrancarle a la madera una formas, hay que trabajar mirando a las costumbres y viejas tradiciones. Recupero las palabras de uno, del Valle Gordo, tierra de madreñeros: «Elige un árbol joven y córtalo a hacha, en menguante y de la ladera que da al norte...». Después ya llega el trabajo de la azuela, la gubia... Para remate los aros, el refuerzo del calcañal, las gomas, y, sobre todo, las manos del artesano.

Ya ves que cada paso del viejo oficio encierra saberes de generaciones y generaciones. Saberes que se sustancian en un calzado ajeno a la humedad pues no toca el suelo, que no ensucia pasillos y cocinas pues las quitas al llegar a casa y las ‘aparcas’ en el portalón.

Las madreñas piden unas zapatillas de felpa, de las de toda la vida, y unos calcetines de lana de verdad. Con todo ello junto el problema deja de ser el frío... y pasa a ser el calor, por eso se descalza el paisano, para airear el producto.

¿Qué no son prácticas? Acostúmbrate a ellas y me dirás. No olvides que El Cainejo se presentó a la mítica ascensión al Urriello con las madreñas, no se le ocurría otro calzado mejor.
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