José Yebra y la fuerza del poeta

Permite que te sumerja en ‘Sedentarismo aplicado’, deja que te alcance y golpee la realidad de la poesía más directa y los versos más sinceros...

Ruy Vega
22/09/2019
 Actualizado a 22/09/2019
Portada de uno de los libros de José Yebra. I D.M.
Portada de uno de los libros de José Yebra. I D.M.
Página quince. Poema: ‘El norte del sur’. Verso: «contemplar gotas de lluvia sobre cristales sucios». Así de directa, papá, es la poesía de José Yebra, de quien te hablaré en esta, mi nueva carta a ninguna parte. Hoy te traigo un nuevo poeta, quizá son muchos los que ya han pasado por aquí, pero, como sabrás, tengo debilidad por la poesía, por los poetas, por su forma de expresarse, por cómo sienten lo imperceptible, por cómo caminan por el alambre de la vida. Y es que, además, el poeta de hoy nos golpea con una poesía cargada de fuerza, sinceridad y reflexión.

Es la poesía de la realidad. Papá, se puede disfrutar en todo su esplendor si nos rodeamos de un entorno adecuado. Una buena lectura al aire libre, con música, por qué no decirlo, a un buen volumen, mientras secas las lágrimas del camino diario con gotas de cerveza. La poesía, creo, no solo se lee, la poesía también se siente y se vive. El autor que hoy te traigo, así lo hace.

Me gusta recordar que, cuando te fuiste, mis lecturas apenas abarcaban un poco de poesía. Sin embargo, pasado el tiempo, esta ha invadido mi vida. Y me alegro, de verdad que lo hago. Si bien ahora quizá es la ciencia ficción quien está tomando ventaja, no te escondo que la poesía sigue ocupando buenos ratos en mis horas del día, buenos huecos en las estanterías de casa, buenas reflexiones cuando me evado. Papá, ahora siento tanto no haber podido hablar contigo largo y tendido sobre los poetas… Pero ya no hay lamento. Al menos nos quedan estas cartas, que ojalá algún día puedas leer.

El poemario que hoy te traigo se titula ‘Sedentarismo aplicado’ y, como en algunos otros, tiene un gran acierto. Entre sus poemas, entre versos y páginas, se cuelan acertadamente imágenes que complementan lo dibujado con versos. Porque quizá se trate de eso, de dibujar con el lienzo del poeta palabras en el aire que lleguen a las reflexiones más sinceras, acompañados por imágenes que complementan lo que se desea plasmar. Y es que, a veces, es hermoso ver la lágrima, como es maravilloso sentirse atraído por la imagen de una de ellas. Fotografía, imágenes y versos siempre fueron un gran complemento. Recuerdo ahora, por ejemplo, el último libro de la gran Elvira Sastre, adornado con hermosos dibujos que complementan versos gigantescos.

Nos dice José, en boca de su abuela (ay, qué grandes las abuelas) y en su poema ‘Los jaretones a los tiburones’, que «lo que sobra / se tiene que cortar / siempre». Sonrío. «Quizá así se hubieran ahorrado muchos disgustos», pienso.

Hay unos versos que no quiero pasar por alto. Puede que el propio autor, y he aquí parte de la magia de la poesía, le quisiera dar otro significado, pero a mí me hace sentir y pensar en aquellos que, estando vivos, se encuentran perdidos, mirando sin mirar, con las manos sin sujetar nada más que su propio y desvariado destino, en donde ya apenas observan más allá de la pérdida de la realidad y el camino de la felicidad. Nos dice Yebra, en ‘Ley de probabilidad’, que «puede que me haya muerto / la noche pasada y no lo sepa todavía». Maravilloso. Seguro que a todos nos ha ocurrido una y mil veces. Seguro, papá, que a ti también te pasó. Esos días en los que tan solo llorar podría sacarte la felicidad, pues cuando ya no quedan lágrimas, todavía quedan sonrisas.

Dentro de las algo menos de ochenta páginas que José nos regala, se pueden encontrar grandísimas frases y versos a los que aferrarse y con los que sentir. Muchos y muy variados, pero como te decía, todo con la fuerza de un poeta con garra. Una de ellas, de esas que me llaman especialmente la atención, de esas en las que marco la página en el libro para luego localizarla, es la que a continuación te traigo. Aquí va: «la misma realidad / frente a espejismos rebosantes de palabras huecas», del poema ‘23 de febrero de 1989’. Genial, ¿no? Estoy seguro que tú habrías subrayado la misma frase una y mil veces. Dime, cuántas veces hablamos los dos, de esas palabras huecas, sin más destino que la confusión o el desacierto. Qué hermoso es el lenguaje, algo único y necesario que en ocasiones se desperdicia con esas palabras que, como dice Yebra, son huecas. Y aun siendo necesarias, papá, muchas veces se ha abusado, sin duda, de ellas. Por cierto, en esta misma página se puede encontrar otro par de versos que no puedo pasar por alto. Aquí te los dejo, que seguro que te harán reflexionar: «los raíles en paralelo / para que nunca descarrile esta locomotora». Cuántas veces hemos necesitado esos raíles, para no salirnos del sendero marcado. Cuántas…

No pude, papá, intercambiar, en su día, más que un par de palabras con José Yebra. Pero estoy seguro que él, tú y yo podríamos haber hablado largo y tendido sobre literatura y la vida durante horas. Cómo no hacerlo, para alguien capaz de escribir versos tan reales como sinceros, versos como los que se encuentran en ‘Hitchcock en bicicleta’ y que dicen, para cerrar el poema, lo siguiente: «porque la luz sigue siendo / para quien se la trabaja». O al menos, añado yo, así debería ser. Casi se podría añadir, aquí mismo, un verso de otro de los poemas de ‘Sedentarismo aplicado’, pero que aquí encaja como anillo al dedo. Lo puedes encontrar en ‘Podencos’, y dice que «y tú ahora a trabajar / que gire el planeta / sobre el canto / en equilibrio / de la última moneda». Así está todo ahora, papá, quizá peor que cuando tú te fuiste, quizá mejor en otras cosas, pero muchas de ellas, las más importantes y necesarias, cogidas con el fino hilo de la casualidad y el fortunio, bailando sobre una extraña cuerda floja que alguien debió poner ahí, pero que tengo la sensación de que se va a romper en cualquier momento. También podría añadir, aquí mismo, y extraído de ‘London’s burning’ que «la vida moderna / el caos perfectamente programado / y el exceso / de productos / inservibles / que comprar…». Poco más queda que decir.

Papá, como ves, es esta una poesía directa, como te comentaba, con fuerza, con la potencia necesaria para hacerte reflexionar, a la vez que hermosa y necesaria. No lo sé, pero te imagino ahora asintiendo con la cabeza, pensando en esta carta, y en lo mucho que te gustaría poder leer a José Yebra. Ojalá puedas allí donde ahora estás. Ojalá…

De él, ya poco más te puedo decir. Poco más que desear que te sigan llegando estas cartas, aunque se por el correo del destino más necesario.
Y poco más puedo decirte del autor que hoy te he traído hasta aquí, a estas humildes líneas. Me quedo con el epílogo que incluye la obra, y que está escrito por Nayar Crespo Sánchez. En él, nos dice que «si soy sincero, llevo queriendo leer este libro desde antes de que se escribiera. Si soy sincero del todo, llevo queriendo que tú leas este libro desde el instante en que lo cerré». Lo suscribo.

Te dejo ahora, papá, para que sigas con tus lecturas, pues seguro que desde las estrellas, si solo se puede ver lo hermoso, entonces estarás rodeado de miles de libros. ¿Qué puede haber más bello que la creación de un ser humano para que otro la pueda saborear?
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