José Luis Díaz Fernández

Fernanando Suárez Fernández
24/09/2020
 Actualizado a 24/09/2020
Lo primero que me viene a la cabeza al escribir dolorido sobre el amigo muerto es la evocación de sus padres, un matrimonio de maestros de las Escuelas de la calle del Cid. León tiene una impagable deuda, muy superior a la de otras provincias españolas, con aquellas generaciones de maestros que, además de las primeras letras, enseñaban a andar con responsabilidad por la vida. Eran gentes austeras, generosas, ejemplares en el sacrificio propio y en la entrega a los demás, y los padres de José Luis lo debieron ser en grado sumo. No se explica de otra manera que sus siete hijos sintieran el estímulo del estudio y que el sexto de ellos, sin salir de León, hiciera las carreras de Veterinaria y de Facultativo de Minas, para alcanzar después el título de Ingeniero de Minas, con Premio Nacional Fin de Carrera en Madrid.

Compatibilizando su trabajo de ingeniero con el estudio y la investigación, José Luis obtuvo la cátedra de Física de la Escuela de Ingenieros de Minas de Oviedo y al año siguiente la de Mecánica de Fluidos en la de Madrid. Especializado en la investigación sobre los hidrocarburos, alcanzó pronto un gran prestigio en la materia y su carrera profesional está vinculada a las primeras empresas energéticas españolas, desde Hunosa a Empetrol y desde Campsa a Enagás, hasta acabar presidiendo Repsol. Como era natural, fue incorporado a la Real Academia de Ingeniería.

Yo recuerdo muy bien que cuando, por la iniciativa todavía reciente de Radio León, tuvimos que elegir al Leonés del año 1974, no vacilamos en atribuir el título a José Luis Díaz Fernández, entonces Director General de Energía en el Ministerio de Industria, al que le habían incorporado, no como político, sino como persona de la máxima solvencia, y que tuvo sobre sus hombros la responsabilidad de afrontar la gran crisis energética que supuso para España la decisión de los países árabes de cuadruplicar el precio del petróleo como represalia por la guerra de Israel. Años después, como recordó Nieves Salgado en la entrevista que le hizo para el libro de los Leoneses del año, en una nueva guerra, la del Golfo Pérsico, a José Luis le correspondió resolver el aprovisionamiento de queroseno a los miles de aviones que tenían que hacer escala en los aeropuertos españoles. Nada más ajeno a un personaje tan pacifista y tan pacífico como él.

Fue a partir del momento de su incorporación al grupo de Leoneses del año, a cuyas reuniones tanto le gustaba acudir, cuando iniciamos una amistad que ha durado hasta hoy y que nos ha permitido comprobar, a mí y a cuantos le han conocido y tratado, su optimismo, su interés por cuanto se relaciona con León, su sentido común y su sencillez. En este sentido, era verdaderamente notable la diferencia entre su importancia objetiva y la poca importancia que él se daba.

Si para Raymonde y para sus hijos, a quienes tan unido me siento en este doloroso trance, la desaparición de José Luis es irreparable, también muchos de nosotros sentiremos la ausencia de su compañerismo, de su amable sonrisa y hasta de sus incitaciones a la puntualidad. Descanse en paz.
Lo más leído