Una de las cumbres del teatro español,
‘La casa de Bernarda Alba’, del poeta y dramaturgo granadino
Federico García Lorca, regresa este jueves al
Auditorio Ciudad de León para abrir su nueva temporada de teatro y danza de la mano de Producciones Faraute y de cuya adaptación y dirección de escena se ha hecho cargo
José Carlos Plaza, que cuenta ya con experiencia en el universo lorquiano al haber adaptado hace algo más de una década ‘Bodas de sangre’ para el Centro Dramático Nacional. La obra llega este jueves al Auditorio en una única representación a las 20:30 horas con entradas a 23 euros y un plantel de excelentes actrices comandado por la intérprete de La Línea de la Concepción,
Consuelo Trujillo, en el papel de Bernarda y secundada por
Rosario Pardo, María Dolores Gavasa, Ana Fernández (la inolvidable protagonista de ‘Solas’ de Benito Zambrano),
Marina Salas, Ruth Gabriel (la no menos recordada intérprete de ‘Días contados’ de Imanol Uribe, de la que se enamoraba perdidamente el terrorista Carmelo Gómez),
Zaira Montes y
Montse Peidro.
Sobre su versión de ‘La casa de Bernarda Alba’, José Carlos Plaza comenta en el dossier de la representación que «como toda obra ‘clásica’ –y la de Lorca ya lo es aunque nacida en un pasado muy cercano–, va creciendo día a día ofreciéndonos facetas diferentes al compás de los cambios de la sociedad».Para su adaptador y director, en una lectura actual de ‘La casa de Bernarda Alba’, «este drama de mujeres de los pueblos de España incide en la posición de la mujer en la sociedad con sus techos de cristal, diferencias salariales y su indefensión física ante la violencia, provenga de donde provenga. Y esa sería la mejor reflexión o lectura de la obra desde este siglo XXI».
En opinión de José Carlos Plaza a la pregunta de dónde viene ese poder establecido que parece inamovible tenga el aspecto que tenga, «la historia de Bernarda y sus hijas, como nuestra historia, tiene sus raíces antes de su nacimiento. Raíces profundas, retorcidas, de un origen lejanísimo y perpetuadas por quién sabe qué oscuros intereses. Es un origen ancestral que se sustenta en el miedo. Bernarda teme que todo cambie y ese cambio le haga perder su aparente e impuesta entidad, teme no saber qué hacer con una auténtica esencia vital que la desequilibre y por eso mantiene a fuego las normas con las que la educaron. Al igual podría decirse de sus cinco hijas, insertadas sin opción en un mundo inflexible y yerto pero cómodo, anestésico e inculto que las anula y por el que venden su libertad, salvo Adela y Josefa, cuya acción de intentar realizarse es condenada con la muerte y la locura», sostiene el director escénico.
