08/12/2019
 Actualizado a 08/12/2019
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Supe el lunes por La Nueva Crónica que la celebración del día de la Constitución en León iba a contar con la presencia de una eurodiputada del PSOE que, según nuestro alcalde, arrastraba una gran carrera profesional.

Como es tan excepcional hoy en día el hecho de que un político tenga a sus espaldas alguna trayectoria profesional, me interesé por la de nuestra invitada, que paso a relatar: fue al instituto y se afilió a las Juventudes Socialistas, hizo Trabajo Social y a los 21 años fue concejala de su pueblo, luego diputada provincial, diputada del Congreso y, por último, eurodiputada. En definitiva, no se conoce que haya recibido nunca una nómina que no provenga del sinfín de cargos políticos que ha desempeñado, ni falta que le ha hecho, porque a sus 45 años acumula (según decía el lunes la web del PSOE) un patrimonio de medio millón de euros en cuentas corrientes y otros productos financieros, más un par de pisos en Valladolid y otro en Bruselas que suman otro medio millón, tirando por lo bajo. Sin duda pocos trabajos y pocas oposiciones le habrían permitido acumular semejante patrimonio en tan poco tiempo partiendo de una diplomatura en Trabajo Social.

Conste que nada tengo contra la eurodiputada socialista, a la que presumo la honradez y la capacidad para el desempeño de sus cargos. Como además no soy socialista, no tengo nada en contra de que mejore su fortuna y acumule los pisos que quiera y pueda. No creo que el Estado deba quitárselos si los tiene desocupados, ni limitar el precio de las rentas que cobre por ellos; al contrario, creo que debe promover que los disfrute en libertad y que mejore, si eso es posible, su actual nivel de vida.

Lo que me pregunto es si este perfil, tan abundante en las nóminas de los partidos, especialmente del PP y el PSOE, es el que queremos para nuestros representantes. Personas sin apenas respaldo académico y con poca o ninguna experiencia profesional o laboral, eternamente dependientes de las siglas y del líder que toque en cada momento.

El viernes fue el día de la Constitución más triste desde su aprobación en 1978, con un Parlamento lleno de monstruitos incapaces de jurarla sin reservas ni inserciones publicitarias, y con un candidato a la Presidencia del Gobierno vendiendo la investidura a sus peores enemigos. Pero para nuestra invitada fue una jornada festiva. Vino a León y habló de igualdad, y se manifestó una vez más como muy feminista y muy ecologista (y muy sanchista), y se volvió a Bruselas a seguir haciendo el bien. Llegará lejos.
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