Jorge Suárez-Quiñones: "Trabajar con mi familia ha sido como un regalo"

El joven cineasta leonés ha estrenado su largometraje ‘Gimcheoul’ en la sección Escáner de la octava edición del Festival Márgenes, que este viernes da a conocer el palmarés

Joaquín Revuelta
28/11/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Un momento de la presentación de ‘Gimcheoul’ en el marco del VIII Festival Márgenes, donde el tercer largo de Suárez-Quiñones ha tenido una gran acogida.
Un momento de la presentación de ‘Gimcheoul’ en el marco del VIII Festival Márgenes, donde el tercer largo de Suárez-Quiñones ha tenido una gran acogida.
En muy pocos años el leonés Jorge Suárez-Quiñones Rivas se ha erigido en una de las voces emergentes más personales y con mayor proyección, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, de las nuevas narrativas audiovisuales, que son las que potencian certámenes como Filmadrid y Márgenes, en los que este joven cineasta leonés de 25 años ha estrenado con éxito sus últimos largometrajes, ‘Amijima’ y ‘Gimcheoul’, en el caso de este último dentro de la sección Escáner 2018 el pasado día 23 en la Cineteca Matadero con una buena acogida del público que le hace albergar esperanzas de incluir su nombre en el palmarés final del certamen que se dará a conocer este viernes.

De este tercer largo de Suárez-Quiñones ya tuvimos constancia en este periódico por boca del propio realizador hace algo más de dos años con motivo de la presentación de ‘Amijima’ en el marco del festival Filmadrid. En aquel entonces, junio de 2016, se encontraba en proceso de montaje. «En realidad todo el material que rodé en Seúl durante los meses de enero y febrero de 2016 se quedó guardado en un cajón durante mi estancia en Shanghai, y solo a raíz de mi regreso a España, en junio de 2016 para presentar ‘Amijima’ en Filmadrid, me planteé comenzar la edición de ‘Gimcheoul’, que duró el resto de ese año y los primeros meses de 2017», comenta el cineasta leonés, labor que realizó mayormente en solitario, aunque en momentos puntuales pidió la colaboración del protagonista de la cinta, Guillermo Pozo, que lo es también de sus dos largometrajes anteriores, ‘Yohei’ y ‘Amijima’, y que se ha convertido de algún modo en el ‘alter ego’ del propio Suárez-Quiñones, a la manera de lo que lo fueron Jean-Pierre Leaud y François Truffaut. «Ese proceso fue bastante largo porque la película partía de unos materiales relativamente complejos, pues no solo estaban los brutos del rodaje como tal sino que también tenía unos vídeos que Guillermo había grabado con una cámara handycam y también partía de materiales de VHS que me había dedicado a digitalizar durante un tiempo, tanto de mi familia como de la familia del protagonista, materiales que remiten a la infancia de ambos», comenta Suárez-Quiñones, que una vez finalizado el montaje propiamente dicho comenzó la fase de postproducción que afectaba tanto al color como al sonido. A principios de 2018 la película ya estaba casi terminada y desde entonces todos sus esfuerzos se centraron en enviarla a programadores y festivales, con la fortuna de que Diego Rodríguez, director del Festival Márgenes, manifestó su interés por la propuesta del cineasta leonés, quien se comprometió a estrenar ‘Gimcheoul’ en el marco de este certamen dedicado al cine más innovador que se hace en América Latina, España y Portugal.

En opinión de Jorge Suárez-Quiñones tanto Filmadrid como Márgenes son festivales que comparten un mismo espíritu joven y de firme apuesta por un cine arriesgado. «Márgenes es un certamen más veterano, porque esta es su octava edición mientras que Filmadrid afronta este año la quinta. Por otra parte, Márgenes está centrado exclusivamente en el cine español, portugués y latinoamericano, mientras que Filmadrid no hace ninguna distinción y tiene un carácter más internacional. En el caso de Márgenes yo he competido en una sección de nueva creación llamada Escáner que solo está dedicada al cine español», asegura el director leonés.Los títulos de la filmografía de Suárez-Quiñones (‘Yohei’, ‘Amijima’, ‘Gimcheoul’) suelen ser escuetos, abstractos y cargados de enigmas, en su pretensión de que sea el propio espectador el que vaya creando un pequeño mundo anterior al visionado de la película. En el caso de ‘Gimcheoul’, el leonés reconoce que es un neologismo que él mismo se ha inventado pero dentro de la lengua coreana. «Lo que vemos escrito en castellano es como la romanización del título original en coreano. Por un lado tiene esa G que remite al nombre del protagonista, Guillermo, de ahí el im, y luego la terminación cheoul en realidad es casi igual a la palabra seoul y donde introduzco la ch por un asunto del personaje principal, que es su afición por una de las bases culturales de la comida coreana que es el kimchi o gimchi, que es un alimento fermentado que es casi tan importante o más que el pan en la cultura occidental». Si desde el punto de vista etimológico ‘Gimcheoul’ tiene esas connotaciones, a nivel de contenido la película trata sobre el legado o la transmisión entre seres humanos. «Se ha mantenido la intención de analizar a través del dispositivo fílmico esas relaciones entre seres humanos que van más allá de la lengua, del cuerpo, del espacio y del tiempo, sino que son relaciones que se van tejiendo en un espacio-tiempo más abierto, más complejo, de las que incluso el propio protagonista no es consciente del todo. Es como una especie de gran red entretejida de conexiones en las cuales muchas veces sí que somos capaces de entender algunos de los puntos, pero en cambio en otros que tienen que ver con nuestra manera de comportarnos, de ver el mundo, de entender la realidad, actúan a un nivel más de inconsciencia», señala Suárez-Quiñones, para quien lo que intenta la película «es dar una imagen un poco más completa de ese mapa más grande, de esa constelación, aunque la propia película y yo sabemos que dar un escáner cien por cien fidedigno es imposible, siempre hay puntos que se escapan, historias que en el caso de la película no entendemos muy bien de dónde vienen, porque el método de dejar algunas cosas fuera del montaje sí que resulta una especie de símil de cómo funciona la vida, porque muchas veces ocurren cosas que nuestra propia conciencia no es capaz de comprender ni sus causas ni sus efectos, solo puede ver esa manifestación sin llegarlo a comprenderlo totalmente», asevera el cineasta. Si ‘Yohei’, su primer largo, abordaba la figura de un hombre que no es capaz de vivir en el presente y está constantemente obnubilado por una serie de recuerdos, de cosas que no están cerradas y se interponen entre él y la cotidianidad, y ‘Amijima’ está atravesada por la idea de la muerte e impregnada por el concepto de ausencia, ‘Gimcheoul’ habla de ese legado que se da entre seres humanos, formando si cabe todas ellas una trilogía. «La verdad es que sí que veo una cierta continuidad entre las tres. De ‘Yohei’, que transcurre en el interior de un apartamento con esos recuerdos más obsesivos relacionados con una vivencia en concreto, pasamos a ‘Amijima’, que ya da el paso como a un lugar exterior en el que se materializa esa ausencia de una manera más física, con el paisaje, el texto, etc, y en el caso de ‘Gimcheoul’ el espectro se aumenta un poco más y ya esa ausencia, que es mucho más concreta, se diluye un poco en varias facetas, sigue estando pero se materializa de una manera más amplia, en varios personajes, en varios tiempos, en dos ciudades, que son León y Seúl, en la familia, en descendientes y ascendientes de una mismo clan... Yo creo que esa obsesión de alguna manera se ha diluido en varias corporeidades, pero sin embargo hay algo que las une, como ese intento del protagonista –que es la misma persona en las tres películas– abriéndose paso al mundo y por lo tanto aprendiendo poco a poco a comunicarse. No es algo preconcebido, pero sí que da la sensación a posteriori de que pueden formar una especie de trilogía por el tratamiento de los temas de la comunicación, la ausencia y en esta, más en concreto, el esfuerzo de intentar entender nuestro lugar en el mundo».Sobre su querencia por la cultura oriental, que se manifiesta en las tres películas, Jorge Suárez-Quiñones señala que Japón coincidió con el momento de su apertura al mundo y marcó en cierto modo su sensibilidad como cineasta. «Las circunstancias vitales de Guillermo Pozo le llevaron, con el mismo tipo de acuerdo con el que yo fui a Japón, a la ciudad de Seúl. Sabiendo que iba a rodar con él la tercera película y teniendo yo una fuerte conexión con Corea del Sur a través del cineasta Hong Sang-soo y de su cultura gastronómica y artística, también relacionada con el budismo, las piezas fueron encajando y yo pude permitirme realizar una investigación en este caso más vinculada a la ciudad de Seúl. Otro factor es que cuando yo quiero crear, en este caso cine, me siento mucho más libre y más cómodo trabajando con aspectos de una cultura en la que no me siento tan juzgado y tan imbuido como puede ser la cultura española u occidental. Al tener allí una serie de barreras como son el idioma y mi desconocimiento de muchos aspectos de su cultura, eso te limita pero te da a la vez la distancia que te permite ver las cosas un poco más claras», asevera el cineasta leonés, que en ‘Gimcheoul’ ha contado con la estrecha colaboración de su familia y parientes más cercanos. «Ha sido una experiencia que siempre recordaré porque para mí fue como un regalo. Había visitado a la familia que quería filmar, que son mis abuelos paternos, mi abuela materna, mi padre, mi madre y mi hermano, además de una tía mía y una prima. Hablé con todos ellos las ideas que quería filmar para que se sintieran cómodos y buscando el tipo de plano y de rodaje que les fuera mejor a cada uno. Ellos enriquecieron esas ideas con sus aportaciones y cuando llegó el rodaje propiamente dicho fue una alegría cómo se volcaron todos. Mis abuelos lo hicieron tan bien que solo necesité una toma. Mi abuela cantó dos canciones, para ella muy especiales, vinculadas con mi infancia, la de mis tíos y mi padre. Mi abuelo, que no suele decir que sí tan fácilmente, aceptó exponerse. Lo que mi padre hizo para la película fue una demostración, aún más grande y de otra manera, de su ternura, exponiéndose de un modo que a lo mejor alguien de su generación no está acostumbrado».
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