21/01/2022
 Actualizado a 21/01/2022
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Jordi Ribera, en un partido con España. | ABC
Jordi Ribera, en un partido con España. | ABC
Han pasado tantos enormes jugadores por el Ademar en su historia que, cuando echas la vista atrás y te pones a recordar nombres, son muchos los que vienen a la cabeza y los que empiezan a recitarse. Eso sí, casi siempre jugadores, que son los que brillan, y Manolo Cadenas, porque es mucha historia la que tiene.

Sin embargo, hay un nombre que prácticamente se olvida. Un gran tipo al que le pilló una época complicada, porque el nivel de exigencia seguía siendo el de pelear por todos los títulos pero el potencial para conseguirlo empezaba a dar un paso atrás. Un estratega de primer nivel y un estudioso del balonmano que tras su paso por León demostró primero en la selección brasileña y desde hace ya seis años en la española que está al nivel de los mejores del mundo, si es que eres capaz de encontrar alguno superior.

Hablo de Jordi Ribera. Un entrenador de actitud siempre correcta, de trabajar más que de mostrar que lo hace, de preferir evitar los focos en el halago, de pizarra y táctica más que de gritos y motivación y de un perfil bajo con el que conseguía dominar la gestión de vestuario.

Más allá de resultados o momentos, cuando recuerdo su etapa en León con alguien siempre es la misma anécdota la que me viene a la cabeza. Ese partido en Zaragoza en el que, en el momento de máximo cabreo por las decisiones arbitrales, lo que le dijo al árbitro fue que era «una mala persona». Y le echaron, claro, que si le llama sinvergüenza hubiera sido algo más visto, pero eso le tuvo que doler en el alma al señor colegiado.

Pero hay otro detalle que lo define. Fue criticado en medios, no fue precisamente un camino de rosas. Pero su trato y actitud ante ello puede definirse con un detalle. En todos mis años trabajando en prensa, sólo he visto a los periodistas deportivos leoneses organizar una cena y reunirse casi al completo para despedir a dos personas. Una fue del mundo de baloncesto, de un tipo extraordinario como Joaquín Rodríguez. La otra, Jordi Ribera.

Ahora, en pleno Europeo, con un relevo generacional que invitaría a pensar en un año complicado, resulta que España vuelve a pelear por todo y está invicta tras cuatro partidos. ¿Quieren una clave? Miren al banquillo...
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