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Johan Cruyff: El fútbol se viste de luto

25/03/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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De cuantos jugadores de fútbol he visto practicar este noble deporte, Messi y Cruyff han sido quienes más admiración me provocaron. Y uno, que siempre se ha preciado de ser madridista, siente ese resquemor (leve, no se crean ustedes) provocado por el honor que la diosa fortuna tuvo a bien conceder al Barca, nuestro eterno contrincante. No tuve la oportunidad de hacerlo, de ver jugar a Di Estéfano, ni a Pelé, quienes, según aseguran quienes sí pudieron hacerlo, nada tenían que envidiar a los dos barcelonistas. Los videos que uno ha podido observar con jugadas de estos últimos, ofrecen de ellos una imagen de futbolistas que parecen jugar al fútbol andando, es decir, que en aquellos tiempos en los que en los terrenos de juego se corría detrás de la pelota, los jugadores que no sólo disponían de una buena calidad, sino de una estimable preparación física, sobresalían sobre los demás. Entre la época de Messi-Cruyff y la de Di Estéfano-Pelé, sobresalía Maradona, pero este futbolista, a pesar de su incuestionable calidad, no intervenía con la misma participación a lo largo del partido, que la ofrecida por los futbolistas a los que me he referido.

Cruyff acaba de morir, y con él desaparece aquél que, tanto de futbolista como de entrenador, transformó la manera anquilosada en que venía desarrollándose la práctica de este deporte. En el Ajax y en la selección holandesa dejó plasmada la elegancia de su estampa, su visión de juego, su cambio de ritmo fulgurante, su capacidad goleadora y, sobre todo, su inteligencia. Figura reconocida, era normal que los contrarios lo persiguiesen por todo el terreno de juego, pero sus quiebros, sus saltos oportunos y su desplazamiento de balón cuando era necesario, impedían a quienes lo perseguían frenarle de la manera que fuera. Dentro del área contraria, sin embargo, en vez de sus saltos de gacela, aceptaba el empujón o la patada alevosa provocadoras del penalti. Años después, como entrenador del Barca, fue el creador de la belleza en el juego que, todavía hoy, exhibe el equipo blaugrana. De él, de sus lecciones, tomaron nota quienes le sucedieron en el banquillo barcelonista: las tácticas empleadas, en las que el dominio del balón resultaba ‘conditio sine qua non’ para practicar ‘su’ fútbol, las han heredado los sucesivos entrenadores, quienes nunca dejaron de valorar –unos más y otros menos– la importancia del holandés.

Uno, en su humildad futbolística, tuvo la fortuna, cuando jugaba en el Getafe F.C., de enfrentarse a él en partidos oficiales de Copa, y aún conservo una fotografía en la que se me ve intentando robarle (¡qué osadía!) un balón. Tanto empeño puse en conseguir la pelota que Cruyff me golpeó sin querer con el codo y me abrió la ceja. Por aquellos tiempos estudiaba uno Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información, y recuerdo mi entrada en clase un jueves, al día siguiente del partido de Copa, con el ojo amoratado y con unos puntos de sutura. En un balón dividido (pregonaba yo), Cruyff me golpeó en la ceja. Nunca estuve tan orgulloso de una herida.

Se nos fue Johan Cruyff, y es de justicia decir que el fútbol se viste de luto.
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