Imagen Juan María García Campal

¡Joder con estos nietos!

09/11/2022
 Actualizado a 09/11/2022
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¡Nada! No hay manera. Por propósito que haga de escribirles sobre las muchas y sencillas bellezas y bondades de la semana, no hay forma. Basta que adobe o marine alguna de las muchas que cada día me regala que, cuando ya estoy a punto de ponerme a cocinarla, ¡cataplún!, no falta el exabrupto, simpleza o rebuzno –los burros me perdonen– de algún dirigente patrio que no me arañe la piel del alma y me impida perderme, deleitarme y contarles cuantas cosas –repito: sencillas, bellas, buenas– nos pasan desapercibidas entre prisas y ruidos mientras avanzamos, ciegos de eternidad, minuto a minuto, día a día, hacia el silencio absoluto y la quietud total, hacia la nada toda.

Me gusta, y mucho, la sencillez, pero, en contraposición, me desagrada, con igual o mayor intensidad, la simpleza. Y, aún más, la simpleza deliberada por lo que –amén del indicio de creencia de superioridad que trasluce– supone de insulto a la ajena inteligencia y vivencia. Es ahí cuando, irremediablemente, más por respeto a mis ancestros que por sentirme agraviado, entro al trapo, pues si el que calla otorga, sería mi silencio otorgamiento y, lo aún peor, complicidad de la premeditada simpleza, del melifluo insulto, deltenaz olvido de la que se sabe dolorosa memoria de muchos.

Y así, aquí me tienen sintiendo más asco y pena que enfado del pepero Feijóo, dubitante no solo de si estar en la procesión o tocando las campanas, sino, a peores, de cómo impedir que le hagan la cama madrileña o capitalina. La verdad es que esperaba algo más, otro aire de este hombre; el de una derecha más europea, más democrática, menos condescendiente con la dictadura franquista. Hay timideces o neutralidades que pueden parecer orígenes si no gratitudes.

Debiera arbitrarse un programa Erasmus para políticos de toda tendencia mal ubicados históricamente. Que daría buen resultado no ofrece dudas. Algo parecido practicó Fraga Iribarne en su estancia embajatoria en Londres y, ya ven, yéndose prometedor heredero franquista, regresó demócrata de toda vida.

Si creyese en sobrenaturalezas me preguntaría cómo no hubo seísmos en los cementerios y cunetas de la patria toda al escuchar lo de que la guerra civil fue una pelea de nuestros abuelos. Qué voluntaria y necia simpleza la de Feijóo. Sin duda no vio lagrimar, en determinadas fechas y/o paisajes, las miradas de sus ancestros. ¿Pelea de abuelos la guerra civil? ¡Joder con estos nietos!

De la nietísima Ayuso, mejor no escribir. Cómo contraargumentar ladridos y rebuznos.

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!
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