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Jilgueros en el hipico

02/09/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Hablábamos ayer, o la semana pasada, el caso es hablar, de las frases contundentes que dicen los paisanos de los pueblos de la ruralidad realmente rural frente al lenguaje pitiminero de tanto veraneante con ganas de impactar en la cantina llamando peatón a un paisano por el simple delito de ir andando. Pues cabría recordarle que ya sabíamos en la ruralidad rural que existe el peatón, por varias causas que como los mandamientos se reducen a dos.

La primera y prencipal, que decía Napoleón el de Mataluenga, porque cuando Paco Bolero metía la mano al bolso y sólo encontraba al agujero le decía a su amigo Sidoro: «¿Sabes lo que te digo, Maciste, que la gente decente es una especie en vías de extinción, como el dinero y el peatón».

Luego el peatón existe.

Y segundo, y menos prencipal, porque una vez que vino uno de Barcelona en moto, un tío de saberes múltiples —pues le compró al ínclito Sidoro el jilguero de la jaula de la galería porque tenía un trino tan dulce y con 12 tonos que él diferenciara a simple vista que bien podría cantar en el Liceo de Barcelona— pues el sabio, que venía buscando la paz y el sosiego, como todos, se le quejó el profesor An Gelillo de la velocidad a la que pasaban los camiones de carbón (¡qué tiempos aquellos de camiones de carbón!) a tal velocidad que, decía con pesar, «si cruza un peatón, posiblemente lo mate». A lo que An Gelillo, imperturbable, le dio la razón añadiendo: «¿Qué un peatón? Pasa una persona y la desguaza».

Volviendo al suco del pájaro que cantaba con trinos dulces. Resultó que el melómano pagó por el animal 20.000 pesetas, despertando la generosidad de Sidoro que le regaló la jaula y un kilo de alpiste, pero al día siguiente volvió a devolver el pájaro y a recuperar el dinero, pues argumentó, con tanto tino como con el peatón.

- Perdona, no lo había mirado bien, pero el pájaro está cojo.

- Ostia —dijo el cantinero— pero ¿qué lo querías para el Liceo o para saltar en el Hípico?
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