Javier Garnica: "Botines es clave en el salto de León del siglo XIX al XX"

El investigador y escritor leonés cuenta en ‘La casa de las cuatro torres’ la historia de las familias que formaron parte del proceso de creación de la Casa Botines en un León primitivo a las puertas de la modernidad

Joaquín Revuelta
03/01/2018
 Actualizado a 10/09/2019
Un momento de la presentación este martes de ‘La casa de las cuatro torres’ en la Casa Botines. | MAURICIO PEÑA
Un momento de la presentación este martes de ‘La casa de las cuatro torres’ en la Casa Botines. | MAURICIO PEÑA
Numerosos han sido los estudiosos y especialistas que han escrito en torno al bello edificio modernista construido en el centro de León en el último tercio del siglo XIX y que constituye una de las pocas obras del arquitecto Antonio Gaudí edificadas fuera de Cataluña. Pero muy pocos hasta ahora lo habían hecho de las familias que formaron parte del proceso de creación de la Casa Botines y las relaciones personales y de intereses que giraron alrededor de la construcción.

En ‘La casa de las cuatro torres’ (Editorial Cultural Norte), que este martes se presentó en la sala de exposiciones de la planta semisótano del histórico edificio con la presencia del autor, Javier Garnica; el presidente de la Fundación España-Duero, José Ángel Hermida; el editor Pedro Moreno y el escritor Juan Carlos Ponga, el lector descubrirá no solamente esa trama de intereses y circunstancias, muchas de ellas hasta ahora desconocidas, sino también los sueños, ilusiones, pasiones y también decepciones de todos los que vivieron la gestación de la Casa Botines.

Horas antes de la presentación, La Nueva Crónica pudo hablar con el autor, el investigador Javier Garnica, que en su novela ‘La casa de las cuatro torres’ ha planteado el edificio diseñado por Gaudí como «el epicentro de una peripecia vital, social y económica», y que alrededor de él «giraron muchas vivencias y muchas circunstancias bastante desconocidas por el público y otras que estaban a la vista pero que no las hemos sabido ver», sostiene el autor, para quien alrededor del edificio se forman muchos intereses, vidas, matrimonios, situaciones románticas... «Ten en cuenta que todo esto surge en el siglo XIX, en pleno periodo romántico», señala Garnica, para quien un aspecto relevante de la novela es la descripción del León de ese periodo. «Mi intención ha sido la de sumergir al lector en un León más primitivo y más insalubre. Todos los responsables políticos están encima del ensanche, que no es simplemente ampliar las calles, sino darle mayor salubridad a un León que estaba sucio, sin alcantarillado, sin agua corriente, con un sistema de abastecimiento de aguas primitivo que producía miles de enfermedades, sin luz eléctrica... El lector en este libro no solamente va a ver todo lo relacionado con Botines sino que, como digo en la contraportada, se va a sumergir en ese León que ya no existe , pero del que aún quedan muchos vestigios», asegura Garnica.

La respuesta a la pregunta de si el León de entonces estaba preparado para albergar un edificio de estas características resulta un tanto ambivalente. «En parte sí y en parte no. Porque hay que tener en cuenta que si bien estamos hablando de un León muy primitivo, se está lanzando ya a la modernidad. Gaudí llega a León al mismo tiempo que llega la electricidad, con lo que eso supone, entre otras cosas porque la hostelería de ese periodo, tal y como nos cuenta en su libro Roberto Cubillo de la Puente, se estaba disparando en León. Con la llegada de la electricidad la hostelería experimenta un despegue que hasta entonces no había sido posible», sostiene el investigador y escritor leonés, que también apunta la llegada del telégrafo, «que hace variar todo», y del ferrocarril. «Todo eso rodea el entorno de Botines, que se convierte en una pieza fundamental del salto de León del siglo XIX al siglo XX», sugiere el autor, que no tiene constancia de un arquitecto anterior a Gaudí al que Mariano Andrés González-Luna y Simón Fernández Fernández encomendaran el proyecto de la Casa Botines. «Los promotores de la casa aprovecharon que una familia aristocrática, los duques de Uceda, querían vender los solares donde se va a asentar Botines, frente al Palacio de los Guzmanes», destaca el autor del libro, que refleja en su obra los problemas legales a los que sus promotores tuvieron que hacer frente precisamente por su ubicación próxima al palacio renacentista del siglo XVI.

Javier Garnica quiere dejar constancia de que en un primer momento Botines es la residencia particular de unos industriales que pretenden un edificio que tenga singularidad, capacidad representativa y utilidad. «Es la sede de su negocio y de sus viviendas, además de otras estancias que alquilan a terceros y que les proporcionan una renta muy sustanciosa a sus propietarios», sugiere el autor, que considera que tanto Mariano Andrés como Simón Fernández dieron una idea a Gaudí y que éste supo interpretarla correctamente. «En el libro doy una visión de lo que pienso que Gaudí interpretó ante la sugerencia de esos dos socios, uno con una gran visión empresarial y el otro con una serie de ideas personales que quiso que se vieran reflejadas en la casa», sostiene Garnica, para quien laCasa Botines fue mal recibida por los profesionales de la construcción. «Gaudí se encontró con que sus colegas leoneses no creían en esa obra. Pensaban que se caería, cosa que nunca ocurrió aunque estuvo apunto de hacerlo en la primera reforma acometida a mediados del siglo XX, que se corrigió en la segunda reforma, fabulosa, que se alzó con el premio Europa Nostra en el año 1998».

La respuesta del pueblo fue algo menos antagonista, pues al recelo inicial siguió el entusiasmo. «En todo caso, lo importante del libro es más cómo nace el proyecto en la mente de los protagonistas. La vida anterior a que siquiera ellos lo soñaran y la vida posterior a la creación de la casa», sostiene el autor, que considera que sobre la saga familiar de la Casa Botines, así como sobre casi todas las sagas familiares de entonces, pesa una losa muy importante, que son las condiciones de salud tan difíciles de aquellos años.

Sobre el nombre de Botines se adscribe a la teoría de que se debió al comerciante catalán Juan Homs y Botines, uno de los miembros de la nutrida colonia catalana que existía en León, según señala el estudioso Manuel Carriego, a la que también pertenecían el obispo de Astorga, Joan Baptista Grau i Vallespinós, y el arquitecto Francisco Blach i Pons, entre otros.

Javier Garnica vuelve a insistir en que con su novela ‘La casa de las cuatro torres’ ha querido poner el acento más que en las características de la casa en las personas que la hicieron posible y que la habitaron, en sus relaciones personales y con la empresa.

Sobre la génesis del libro, Garnica explica que interesándose por otros asuntos relacionados con el León antiguo alguien le puso sobre la pista de cierta gente que estaba enterrada en la iglesia de San Claudio. «No tenía ni la más remota idea de que hubiera gente enterrada allí, pero investigando me topé con un Fernández Riu, hijo de Simón Fernández, uno de los hombres que habían encargado la construcción de Botines. El hallazgo me llevó a indagar sobre esta saga familiar», concluye.
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