El tema de la ponencia de Fernández Lozano era ‘La minería antigua en el Valle del Eria’, y en la misma fue dando a conocer «los distintos yacimientos presentes en el Valle del Eria que, de alguna manera, dieron nombre a los diferentes periodos históricos de la llamada Edad de los Metales». A través de las explotaciones fue mostrando como «cobre, bronce y hierro dieron paso a la exitosa extracción de oro por parte de los romanos», que ha venido siendo el asunto más llamativo de este valle.
El ahora profesor del departamento de Ciencias de la Tierra y Física de la Materia Condensada de la Universidad de Cantabria explicó cómo «los restos de minería romana recorren más de 13.000 hectáreas de esta comarca excavadas de arriba abajo».
Un aspecto destacado de la ponencia de Fernández Lozano era actualizar y dar a conocer los nuevos hallazgos que se han producido en este campo destacando uno investigado por el propio ponente y organizador de estas Jornadas. «Se trata de unos importantes restos de minería antigua, como son las galerías subterráneas para la explotación de hierro localizadas a lo largo de la Sierra de San Vicente, entre Castrocontrigo y Nogarejas».
Otro aspecto que había despertado curiosidad era conocer el análisis que hacía Fernández Lozano de los recientemente estudiados depósitos del lago de Sanabria. Señaló el investigador que «han aportado pistas sobre la minería aurífera leonesa e incluso periodos anteriores en los que un metal, como el plomo, se acumuló en grandes proporciones, anunciando un proceso que impulsó al Imperio Romano hacia el dominio del mundo conocido: la amalgama del oro».
El geólogo Fernández Lozano también analizó los métodos de transformación mineral y las técnicas que utilizaron en la antigüedad para identificar y diferenciar los distintos minerales, como la llamada ‘piedra de toque’, que jugó un papel muy importante para diferenciar metales como el oro y el cobre. Analizó asimismo las vías de salida de los metales hacia la península itálica, indagando sobre «la función de las calzadas romanas en detrimento de las vías marítimas, (ausencia de pecios hundidos conteniendo tan preciado metal). Ni Portugal ni Cantabria fueron puertos de carga de oro pues tan preciada mercancía hubiese quedado a merced de las tormentas del Atlántico y el Mediterráneo y que por tanto las vías debieron de ser terrestres, más fácilmente defendibles con un buen ejército».