Javier Aznar, el "Capote de lo mundano"

Es el autor de ‘¿Dónde vamos a bailar esta noche?’ (Círculo de Tiza), un recopilatorio de textos de su blog ‘Manual del buen vividor’, libro del que este jueves hablará en el Sputnik (León) a las 20:30 horas

T. Giganto
12/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
‘¿Dónde vamos a bailar esta noche?’ es un libro impregnado de nostalgia y que pone el foco en lo fugaz.
‘¿Dónde vamos a bailar esta noche?’ es un libro impregnado de nostalgia y que pone el foco en lo fugaz.
Javier Aznar (Santander, 1985) tiene algo cuando escribe que engancha. Quizá sea su gusto por hablar de lo cotidiano, de esas pequeñas cosas que a todos nos suceden y a las que se restan importancia pero después quedan marcadas en la memoria. Su estilo ha hecho que Gistau se refiera a él como el Capote de lo mundano. Pero sin maldad. Y así se muestra en ‘¿Dónde vamos a bailar esta noche?’ (editorial Círculo de Tiza), un libro que recoge sus mejores textos de su blog ‘Manual de un buen vividor’. Javier, también conocido como El Guardián colabora en revistas como Vanity Fair, GQ, Jot Down o Líbero. De su trabajo hablará esta tarde en el Sputnik a las 20:30 horas pero antes, un adelanto:

– Es curiosa la historia de ‘El Guardián’, ese nombre tras el que se escondía el Javier de los números en el mundo de las letras. ¿Qué motivó el cambio de empresariales a periodismo?
– Siempre me encantó todo lo que tuviera que ver con periódicos, revistas, libros y escribir. Lo demás no era más que una elaborada tapadera hasta conseguir mi verdadero objetivo: que alguien me pagara por escribir. El pseudónimo surgió de forma espontánea. Me ofrecieron una columna en ELLE, pero entonces trabajaba en una consultora y no me dejaban firmar con mi nombre por política de independencia.

– Conocemos tu trabajo en revistas y como articulista. ¿Te gustaría ver la firma de Javier Aznar en las páginas de información de un periódico?
– Por supuesto. A mí lo que me gusta es poder contar algo y saber que al otro lado hay alguien leyendo o escuchando. El formato, si bien importa, es lo de menos: periódico, podcast, libro, vídeo, Twitter... Todo es compatible y todo tiene cabida si se hace bien. Pero desde pequeño he tenido una relación muy especial con los periódicos. Mi plan favorito era robar los periódicos a mi padre y tumbarme en la parte de mi cuarto en la que entraba el sol, tal y como hacen los perros, y devorar los periódicos deportivos (que tampoco quiero transmitir la falsa imagen de que leía ‘Le Monde diplomatique’ con 8 años).

– Escribes mucho de ti mismo: ¿osadía o egolatría?
– Todo lo contrario a la osadía. Me da pavor escribir sobre asuntos que no controlo. Incluso a veces sobre los que sí controlo. Lo bueno del formato de ensayo personal es que es un vehículo muy útil porque te permite llegar a otros temas a partir de esos elementos propios con los que mucha gente se siente identificada.

– Pasas de largo por temas como la política a la hora de escribir y pones el foco en las pequeñas cosas, en los momentos insignificantes que al final son los que perduran... ¿Qué tiene lo efímero que tanto te atrae?
– Siempre digo que no me pagan lo suficiente como para escribir de política [risas]. Ni quiero imponer mis creencias a nadie, ni tengo ningún afán por prestar lealtad a ningún bando. A la política hay que acercarse con escepticismo. No creo que todos los políticos sean corruptos, lerdos o inútiles, ni tengo tiempo ni espíritu para dedicar mi vida a los que sí lo son. Tampoco quiero vivir permanentemente enfadado, que es lo que parece que hay que estar cuando se habla de política. Ni reñir a los que no piensan o votan como yo.

– La nostalgia es otra de las constantes en ‘¿Dónde vamos a bailar esta noche?’. Unas veces en positivo y otras en negativo... ¿en qué quedamos?
– Ya lo decía Don Draper: «la nostalgia es delicada, pero potente». Es un sentimiento agradable, pero que puede llegar a ser peligroso. No me gusta pensar eso de «cualquier tiempo pasado fue mejor». Me horroriza, de hecho. Soy de los que piensan que vamos a mejor, que la sociedad avanza. Aunque a veces pensemos que es todo lo contrario. Dicho esto, no quita que me resulte muy reconfortante hacer ese ejercicio de mirar por el retrovisor y disfrutar de todo lo que vamos dejando atrás. La nostalgia es como bañarte en el mar: muy agradable para un rato, pero peligroso si te dejas llevar por su corriente.

– ¿La ironía es un arma para ti?
– El humor y la ironía son herramientas fundamentales para huir de la solemnidad y del aburrimiento, dos pecados mortales en un escritor.

– Hace pocas semanas admitías en Vanity Fair que también lees en Kindle. ¿Cuántos telediarios le quedan al papel?
– Al contrario. Creo que el libro en papel ha demostrado que le queda todavía mucha cuerda. Estuve en una charla en París con Reed Hastings, fundador y presidente de Netflix, y me llamó muchísimo la atención que me contara que él considerara el libro de papel como el objeto de entretenimiento definitivo. Como un objeto imbatible, insuperable. Porque tú decides cuándo y cómo lo usas, te lo puedes llevar a la playa, lo puedes leer en el metro y tú eliges cuál es tu ritmo. No depende de baterías. Lo abres y cierras cuando quieras. Él quería replicar ese modelo para el consumo de series y películas. Que no dependieras de horarios externos, que las pudieras ver cuando te diera la gana, de un capítulo en un capítulo o de siete en siete. Y que algo así te lo esté diciendo el presidente de Netflix, que tampoco es precisamente el presidente de la asociación de libreros, me parece tranquilizador y reconfortante, sobre todo como enamorado de los libros que soy (y como parte interesada). Creo ciegamente en el libro de papel y creo ciegamente que su convivencia es perfectamente compatible con otros artilugios como el Kindle o el iPad. Lo importante es leer y transmitir entusiasmo por la lectura. Da igual el formato.

– Me atrevería a decir que no soy la única que marcó la página en la que hablas de Mafalda. ¿Será que necesitamos ‘matarnos’ más por aquello que nos gusta?
– A nuestra generación noto que le falta paciencia. Lo queremos todo para ayer. Mi teoría es que somos los primeros que hemos crecido con el boom de internet, donde de repente ya puedes conseguir todo a golpe de clic. Y no digo que nos haya convertido en malcriados, pero sí que somos más impacientes. Nos enamoramos del resultado, pero no tanto del proceso. Yo me lo noto a mí mismo continuamente. Como el WiFi me vaya un poco más lento y no pueda comprobar cualquier estupidez me entra enseguida ansiedad. Y esto se extiende a otros ámbitos. En el trabajo queremos escalar puestos, que nos paguen más, no aburrirnos, que sea estimulante... Nos cuesta concentrarnos en tareas. No prestamos atención a un artículo. Nos distraemos enseguida.

– En otro de los capítulos del libro dices que «todo el mundo vive en Melroce Place», que somos una generación moldeada por las redes sociales. Somos en muchos casos lo que aparentamos ser... ¿Qué hay de farsa en la sociedad actual?
– Yo estoy a favor de cierta impostura. Si a veces ya me cuesta soportar mi propia realidad, como para aguantar las miserias de los demás cada día. Defiendo un «postureo higiénico», mostrar una parte de tu vida, pero no toda. Compartir puede ser algo inspirador. Yo debo muchísimas cosas a las redes sociales y sería cínico por mi parte demonizarlas. Ahora lo que escribo llega a personas en todas partes del mundo, algo que si me preguntas hace 12 años me hubiera parecido impensable. Pero lo importante es saber que todo es susceptible de ser usado para el bien o para el mal. Siempre nos hemos dejado influenciar por las vidas de los demás. Solo han cambiado un poco las reglas del juego. Antes llevabas un camisa de una marca de lujo o te comprabas un coche para posicionarte e impresionar a los demás. Ahora se hace lo mismo solo que mostramos que nos vamos de vacaciones a lugares exóticos, que cenamos en DiverXO y que somos muy felices con nuestra novia o novio. Pero en el fondo es el mismo juego.

– Futuro: ¿Más proyectos como Capote de lo mundano, que diría Gistau, o te gustaría virar hacia otros rumbos?
– Que alguien como Gistau diga eso de mí me enorgullece. Estoy abierto a todas las posibilidades y me gusta prepararme para ellas. Este verano estaré en Columbia en un curso de podcasts y avanzaré en otros proyectos de escribir. Luego que venga lo que tenga que venir.

– ¿Bailas?
– Ni a punta de pistola. En esta vida hay dos personas: los que bailan y los que observan a los que bailan. Me divierte más ser de los segundos.
Archivado en
Lo más leído