01/12/2019
 Actualizado a 01/12/2019
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Jaimito se llama Fernando, pero todos le llaman Jaimito porque es el que lleva la alegría allí donde llega. No se le recuerda enfadado, salvo alguna vez un segundo de turbación jugando al tute, que se le pasa pronto y coge y sale de tres para que se distienda el ambiente.

No hace mucho protagonizó un reportaje en La Nueva Crónica porque cada mañana bajaba hasta Mercaleón a comprar ‘restos’ de carne de todo tipo y subía conella y la iba repartiendo entre perros de diversos pueblos, que no eran suyos, ninguno. Perros que aparecían de cualquier rincón cuando en el horizonte se asomaba su furgoneta blanca. Saltan un rato a su alrededor, los acaricia y habla... y a comer mientras Jaimito mira con una cara de felicidad que sólo se justifica como reflejo de la bondad del paisano, de Jaimito, el hijo de Mael el de la tienda, un inolvidable.

Pero siguiendo sus pasos, los de este jubilado que da de comer a los perros encuentras a otro Jaimito, más admirable aún. Si su compañero de partida, Loles, entra en un difícil trance de salud, tanto que le roba las ganas de luchar y se entrega a una especie de derrota aparece Jaimito, porque es con el único que ab re los ojos y escucha, que sonríe y responde a alguno de sus comentarios. Va a verlo a su casa, o al hospital, recorre cien kilómetros para gastarle una broma. Y cuando está en casa aprovecha para gastarle bromas a Lola, una mujer a la que la enfermedad más cruel le ha robado la memoria... pero que regresa cuando Jaimito le gasta bromas, cuando hace como que bebe la botella de orujo entera, hasta el punto que con frecuencia pregunta si «¿hoy no viene el señor que nos bebe el orujo?».

Otro enfermo sin ganas de luchar, anónimo en León, que no quiere visitas, sí acepta recibir la de Jaimito y él recorre los kilómetros para verlo. Y convencerle de que le escuche y a otros que quieren estar con él; y regresa feliz cuando le hace caso...

¿Qué queréis que os diga? Agobiado de gentes sin alma me apetecía hablaros de Jaimito, aunque se enfade.
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