Jaime González, un indiano del siglo XXI

Un nombre que en León nos suena a exjugador del Ademar y premio extraordinario en Ingeniería Aeronáutica, es hoy un empresario en Filipinas después de vivir en Irlanda, Alemania, Madrid o Estados Unidos sin olvidar nunca su Vegas del Condado natal, a León y sus costumbres. Sigue con su granja de gallinas, conejos... habla seis idiomas y ha inventado otro

Fulgencio Fernández
16/01/2022
 Actualizado a 16/01/2022
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El español es uno de los idiomas más ricos en palabras, en matices, pero demasiadas veces desgastamos esas palabras de tanto utilizarlas, muchas veces sin razón, y pierden su verdadera dimensión.

Una de ellas podría ser extraordinario. Un ser extraordinario, pero se lo regalamos a tantos que no lo son que cuando sí lo merece alguien, se queda corto. Podría ser, es, el caso de Jaime González, de sangre berciana y asturiana, con carnet y querencia de Vegas del Condado, indiano moderno que ahora vive en Filipinas, deportista de elite, ex jugador del Ademar, estudiante aún más brillante con todos los premios extraordinarios que te puedas imaginar incluyendo la Ingeniería Aeroespacial que cursó en León, ha vivido en seis países, habla otros tantos idiomas, ha inventado otro con base en el leonés y el bable —llibla—, cría gallinas, patos, alabancos, perros; construye, tiene una empresa de barcos y los dos primeros se llaman guaje y alabanco... Lee a Delibes, ‘El camino’ es su libro de cabecera...

No lo dudes, un tipo extraordinario, pero de los de verdad, de los extraordinarios de toda la vida.

Tal vez para explicarlo habría que recurrir a una anécdota, a una historia de paisanos de esas que tanto le gustan a él, en la que el buen hombre llegó al bar emocionado con los éxitos académicos de un nieto, una verdadera lumbrera y cuando le pidieron que dijera qué era lo que hacía extraordinario a su nieto dijo sin dudar: «El rapaz tiene conversación con Marañón».

Ahí es nada.

Tengo para mí que Jaime González, al que la palabra rapaz gusta tanto que se la ha puesto de nombre al primer barco de su última empresa, podría tener conversación con Marañón, como decía el paisano, pues su carrera académica es de la que hacen época. Estudió en León Ingeniería Aeroespacial y fue premio extraordinario, para ser después Premio Nacional Fin de Carrera y al informar nuestra universidad de esta feliz noticia escribía: «Natural de Vegas del Condado, Jaime González Fernández trabaja actualmente en Madrid como ‘Business Analyst’ en la compañía Mckinsey y el próximo mes de agosto viajará a Harvard para estudiar un MBA. Hasta llegar aquí este joven de 26 años ha fraguado una excelente formación académica pues tras su título de graduado en Ingeniería Aeroespacial en 2012, estudió un Máster en Investigación Cibernética en la ULE, en 2014 obtuvo el título de Máster en Mecánica Aeroespacial y Aviónica en Toulouse, el de Graduado en Ingeniería Mecánica por la ULE, y Airbus fue su destino para realizar las prácticas de fin de Máster».

Habría mucho más pero ahí lo dejo. No soy muy de abrumar con datos pero se lo imaginan, lo dejaremos en dar por bueno que tendría «conversación con Marañón». Hubo más después y antes, en lo académico y en lo deportivo, en lo personal y en lo profesional, en lo leonés, que siempre lo lleva dentro. Tanto que cuando le preguntas por los idiomas que habla va enumerando: «Inglés, francés, alemán, español, ahora el tágalo que se habla en Filipinas...» y remata con un «y ya sabes, el llibla, que sigo con él».

Nada puede sorprender en Jaime González pero el llibla creo que sí, pues se trata del idioma que él mismo va creando. Primero fue el nombre de la mascota del Ademar, un mastín leonés claro,«y después fui sumando las palabras que escuchaba a mis abuelos, a la gente mayor, palabras que se pierden o desaparecen. Un poco de todo pues tengo sangre berciana, asturiana y soy de Vegas. No es más que una forma de entender la vida y las tradiciones, que tanto me gustan».

Porque Jaime González vive en leonés allá donde esté, que ha sido en medio mundo. Es famosa su granja, de gallinas, conejos, perros, alabancos, cabras... de todo. «Cuando vivía en Tolousse las tenía en Vegas, pero las controlaba con una webcam. Ahora, aquí en Filipinas, me he hecho con una finca en un lugar de la selva donde tengo mi propia granja, eso es fundamental para mí». Tanto que cada vez que regresa sigue celebrando con sus amigos lo que ya es una tradición, la fiesta del pollo: «Cada uno pela su propio pollo, de corral, que es algo que los de ciudad nunca tienen». Y es que Jaime de define con una expresión que deja claro cómo se siente: «Creo que soy un indiano de estos tiempos; como aquellos indianos que marcharon de nuestros pueblos, ellos iban en barco y nosotros ya lo hacemos en avión; ellos iban a América y nosotros a Asia, pero la esencia es la misma y todos sentimos la nostalgia de nuestra tierra».

Asia pues Jaime, después de recorrer los países ya citados trabajando en empresas vinculadas a su profesión de ingeniero aeronáutico, ha dado el salto a Asia «donde soy lo que ahora llaman un emprendedor» y trabaja endos campos diferentes, una empresa de barcos de alquiler y en la construcción.

- A los dos primeros barcos que tuve les puse nombres delllibla: el rapaz, el primero, y el alabanco el segundo.

Le gusta lo del alabanco pues una vez que estaba lejos de León, con el Ademar en Alicante, dijo que el pájaro que había en el río era un alabanco y alguien que le escuchó le preguntó de dónde era. «Era un hombre de Valduvieco que hacía mucho que no venía por León pero recordaba la palabra que había escuchado en su infancia».

Y es que Jaime viaja con frecuencia en el tiempo. Ahora es empresario de la construcción y dice convencido que «no es nada nuevo, siempre me gustó, cuando era solo un niño, de siete u ocho años, ya me hice mis primeras jaulas, una conejera, casas para mi granja. Ahora he montado una empresa en la que hacemos casas asequibles para los filipinos, en el centro de Manila. He construido 7000 metros cuadrados, con 7 plantas de pequeñas casas para que nativos que no son ricos, por 50 ó 60 euros al mes tengan un lugar donde quedarse y poder ir al trabajo en media hora o menos pues si se van fuera de la ciudad llegan a tardar seis horas en desplazarse». Y ahí se embarcó el leonés que, explica, «llegué a tener 200 trabajadores y disfruté mucho diseñando los sistemas y todo lo necesario para estas construcciones tan prácticas».

No me digáis que este tipo no tiene conversación con Marañón.

Tampoco ha abandonado el deporte, no se ha olvidado de su Ademar, ni de aquel «gol que no metí sobre la bocina y nos hubiera llevado a la prórroga contra el Barça en una final de Copa». Fue la joya de la cantera de una inolvidable generación, la de Carrillo, Juan Castro... «ganamos al Barça de 10». Internacional sub 17, sub 19, capitán de la selección, jugador del Ademar, pero lo dejó por los estudios.

- ¿Jugaste a rugby?
- Sí. Cuando viví en Irlanda, me vieron condiciones. Yo placaba a todo el que pasaba, como un carea leonés a las cabras...

Siempre aparece León. Ahora el deporte sigue presente en su vida, lo necesita, y no se anda por las ramas. «Practico el medio iron man, triatlón de largas distancias. Como en Estados Unidos y en Filipinas no había balonmano pues me decidí por un deporte individual; correr, nadar y la bicino se me dan mal, me clasifiqué para el Campeonato del Mundo, pero después llegó la pandemia y todo esto se quedó muy parado».

Increíble lo de este indiano que sigue teniendo a Delibes como lectura de cabecera, le gustan los alabancos, habla en Llibla y es un rapaz capaz de tener conversación con Marañón.
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