Itziar Rodríguez: "Pensaba que me mataba y lo asumí, no podía hacer nada más"

La joven leonesa viajaba por México. Un secuestrador golpeó a su novio y se la llevó con él a punta de fusil, primero por la selva, después en taxi, la hizo participar en atracos... Ella mantuvo la calma, se ganó su confianza y así salvó su vida y, ya en León, cuenta aquella pesadilla para poder pasar página

Fulgencio Fernández
09/11/2019
 Actualizado a 10/11/2019
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Estamos con Itziar Rodríguez en el bar de Montejos, recibe los saludos de todos, la felicidad de verla de regreso, cuando entra Miriam Marcos, la campeona de lucha leonesa, deporte que también practicó Itziar en su etapa de estudiante de Derecho. Se abrazan, recuerdan viejas anécdotas y Miriam desvela una: «La primera vez que le tocó contra mí, entonces yo lo ganaba todo, con perdón, vino me saludó y me dijo: Miriam, no me hagas daño».

Así es Itziar consciente y cómplice. Sabía entonces que ganar a Miriam era imposible, se imponía buscar una buena salida para ambas. «Hicimos un combate de guante blanco».

¿A qué viene la historia? A que Itziar sigue siendo la misma. Que cuando se vio sola en la selva mejicana, con un secuestrador imprevisible y excitado, con una ametralladora en la mano y constantes amenazas de que te puedo pegar un tiro «y aquí no es ni noticia»... decidió decirle «no me hagas daño, vamos a buscar una buena salida para ambos», que para ella era salir con vida y para él ofrecerle su ayuda para salir de aquel lugar que ya sobrevolaban los helicópteros que les buscaban. Y lo logró. Cuatro horas después del fatídico secuestro. «La verdad, no sé de dónde saqué fuerza e imaginación para comerle la cabeza, pero salió bien, estoy aquí para contarlo». Nadie la liberó. Fue ella y un taxista.Juan, su novio, mira para ella. No quiere interrumpir a Itziar, pero la camarera, Magali, insiste: «¿Y éste? Sin saber nada, lo que habrá pasado en esas cuatro horas».Es cierto que a Juan se le notan más las cicatrices, en la cara las exteriores de la agresión del secuestrador, y en el gesto las interiores de aquellas cuatro horas terribles. «Obligué a parar al conductor, salté al exterior y comencé a correr hacia el camino por donde me parecía que había llevado a Itzi; después en dirección contraria... No sé. Yo no llamé a la Policía pero vino, la llamaría el conductor, y me quería volver loco, yo les contaba que se la había llevado por aquel camino y ellos me preguntaban cosas muy raras, les dije, ¿hablamos el mismo idioma y no me entienden lo que les digo?».Tiene razón Magali. Lo de Juan también va a tardar en borrarse de su cabeza. Desde que a las ocho de la mañana aquel secuestrador sacó una enorme arma, una especie de metralleta, y comenzó la tortura. Itziar la recuerda. «Iban tres hombres, un inglés, un mejicano que se veía que era un obrero, un currante, y Juan. Golpeó a los tres, les hizo sangre...» y, de repente, le dice a Itziar que se la lleva con él, Juan le pide por favor que no, una y otra vez, pero le pone la metralleta en la cabeza. Itziar reacciona rápido: «Voy contigo, voy contigo...».La joven leonesa recuerda que todo iba muy rápido en su cabeza... «Cuando tendió al mejicano en el suelo y le puso el arma yo me decía ‘prepárate, vas a ver cómo le mata delante de tí’; después dejar a Juan, quedar sola con él, muy fuerte... Pese a todo iba urdiendo un plan en la cabeza, una salida, la complicidad»... como con Miriam.Urdía un plan y trataba de distraer la cabeza, no obsesionarse. Y cuando su secuestrador cogió los caminos de la selva, entre arañazos, picaduras, resbalones de uno y otro —«lo único que no soltaba era la ametralladora»— se acordaba de sus pueblos, Lois y Lario. «Con la ruta preciosa que hay de Lois a Liegos y nunca la hice porque no soy muy de caminar, y ahora me veo con este personaje caminando hacia no sé dónde...». Y , lo que es peor, «creo que ni él mismo sabía qué iba a hacer conmigo». E insiste en este punto, pues ha visto publicadas noticias que le molestan: «No me agredió sexualmente ni me agredió físicamente... Logré comerle la cabeza, no sé cómo ».

Y en ese paralelismo de la huida y la vida piensa Itziar que, ahora que ya todo pasó, «a ver si me sirve como experiencia en las oposiciones que estoy preparando y si llego al examen oral puedo convencer al tribunal como hice conel secuestrador». De momento, ha hecho el examen escrito y «me ha salido bien... a ver si sale la nota».

Precisamente después del examen escrito, de muchas horas de estudio, decidió tomarse estas vacaciones para relajarse y volver a la dura batalla del opositor, muchas horas de estudio, más que sacar la carrera de Derecho, de manera brillante. Todo le iba pasando por la cabeza en aquellas cuatro horas terribles: huyendo por la selva, regresando a las carreteras principales, cambiando «cuatro o cinco veces de taxi, lo tengo como borroso», acompañando al secuestrador a atracar una carnicería, viéndose en medio de un posible tiroteo, tomando una cerveza con él «para ganarme su confianza», pero siempre mirando a aquel tipo del que duda la leonesa si estaba muy pirado o se había metido algo... «Yo soy muy de creer que la muerte la tienes en alguna parte y que la mía estaba allí, lo asumí tranquila, había hecho lo que podía, Juan estaba bien...». Juan mira de reojo, ¿bien? «cuando me tranquilicé algo llamé a la embajada, pero no sabía nada de ella, uff».

Itziar no se veía libre ni aún cuando ya estaba en el coche de la Policía, «me mandaban que fuera tirada en el suelo...» (fueron cuatro horas eternas que recrea en la entrevista en vídeo) hasta que ya era una realidad que estaba libre, que estaba junto a Juan, que estaba viva, que regresaba a casa.

Tan real como que ya está en León, cuidando las picaduras —«pues parece que había un brote de dengue»— rearmando la cabeza, esperando a pasar página para volver a echarle horas a la oposición, tranquilizando a la abuela que se altera cuando lee algunas cosas...

- Y las fiestas del verano me van a saber a gloria, aquí en Lario, tranquila. Y si fuera con las oposiciones aprobadas...
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