Isabel San Sebastián: "En mi caso escribir novela histórica es una cierta forma de militancia"

El Palacio del Conde Luna será escenario el próximo lunes de la presentación de la novela ‘La peregrina’, en la que se relata la primera peregrinación del Camino de Santiago

Joaquín Revuelta
06/10/2018
 Actualizado a 18/09/2019
La autora tomando notas y portada de su última novela. | PLAZA & JANÉS
La autora tomando notas y portada de su última novela. | PLAZA & JANÉS
En diciembre se cumplirán dos años de la última visita a León de la periodista y escritora Isabel San Sebastián. En aquella ocasión acudió para presentar su novela ‘Lo último que verán tus ojos’ (Plaza & Janés) y esta vez para dar a conocer su más reciente publicación, ‘La peregrina’ (Plaza & Janés), que al igual que su predecesora también se enmarca dentro de la novela histórica, si bien esta vez la acción transcurre en un periodo anterior, en los albores del siglo IX, cuando Alfonso II el Casto, rey de Asturias, decide ir en busca de las reliquias del apóstol Santiago al frente de una comitiva en la que se encuentra Alana de Coaña, la protagonista de ‘La visigoda’ (2007), con la que la escritora logró el Premio Ciudad de Cartagena. El Palacio del Conde Luna servirá pues de escenario a la presentación este lunes a las 20:00 horas de ‘La peregrina’, donde la autora va a estar acompañada por Luis Gutiérrez Perrino, presidente de la federación española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago.

– Regresa al Palacio del Conde Luna casi dos años después de la presentación de su anterior novela, ‘Lo último que verán tus ojos’, cuya acción se situaba en el siglo XX, al contrario que ‘La peregrina’ que lo hace en el siglo IX. Esto me da pie para preguntarle si desde el punto de vista literario le resulta más gratificante reconstruir el pasado desde el presente o si por el contrario su primera opción es sumergirse por completo en ese pasado.
– Es diferente. Escribir una novela más contemporánea es más fácil porque empleas el lenguaje cotidiano. Las emociones y las reflexiones que atribuyes a tus personajes resultan más cotidianas. Es más fácil desde el punto de vista literario. Pero regresar a la Alta Edad Media –que es una época que yo ya novelé en ‘Astur’ y en ‘La visigoda’– y a los paisajes de la cornisa cantábrica tiene un encanto para mí muy especial. Eso me permite hacer una literatura más mágica, más evocadora, más imaginativa, más simbólica, porque si algo caracteriza la época de la Edad Media es el simbolismo. Y aunque resulta más complejo desde el punto de vista literario, también resulta más creativo, más placentero para la escritora.

– Como escritora de novela histórica prefiere pues sumergirse por completo en ese tiempo pasado sin tener la opción de salir de ahí.
– Efectivamente. Con ‘La peregrina’ fue una auténtica inmersión, pero además en toda regla porque me hice el Camino de Santiago, no entero pero sí muchos de sus tramos. Y en consecuencia me pasé todo un verano inmersa en los paisajes y en el tiempo que estaba novelando. Después ya escribir en Madrid fue un entrar y salir de esa época porque tenía que salir de ese Camino para relatarlo al tiempo que seguía la actualidad política con mi trabajo en la radio, en la televisión, en el periódico, etc. Quienes me conocen saben que durante los dos años que ha estado esa novela en mi cabeza, fraguándose y después redactándose, yo he estado muy perdida, muy ausente, muy metida en ese tiempo y en ese espacio tan mágico que es el primer Camino de Santiago, la Alta Edad Media, el siglo IX, un tiempo determinante en la historia de España y a la vez un tiempo que permite mucha libertad de acción a la novelista para imaginar tramas muy emotivas, tramas muy cautivadoras, para navegar por territorios que a mí me resultan especialmente atractivos, como son el del honor, el de la valentía, el del heroísmo, que están muy ausentes del tiempo presente y que una recupera cuando viaja a ese pasado en el que la Historia nos dice que se produjeron hazañas, batallas, acontecimientos verdaderamente heróicos, y en un tiempo en el que el honor tenía el valor máximo.

– La idea del viaje siempre ha estado muy presente en la literatura, más en la vinculada con el Camino de Santiago donde al trayecto propiamente físico se suma el viaje interior por parte de cada uno de sus protagonistas.– Así es. Además, lo dice la relatora de este primer diario del Camino de Santiago, porque la novela está escrita en forma de diario. Muchos caminantes a Santiago han escrito diarios de su peregrinación. Algunos conocidos y otros anónimos. Pero es una tentación en la que es muy fácil caer, dejar constancia escrita de tu experiencia. Todos ellos coinciden –y yo me sumo a ello– en ese cambio que se produce a nivel interior, en esa experiencia que te transforma de alguna forma, que te hace ver aspectos de ti mismo que no conocías en ese tiempo del que disfrutas en soledad para reflexionar sobre lo que ha sido tu vida hasta este momento, lo que quieres hacer con el tiempo de vida que te queda, por dónde quieres llevar tus pasos. Es una meta tan importante llegar a Santiago. Llegar caminando hasta Santiago supone un desafío tan grande y tan duro al mismo tiempo que durante todo el camino te vas preguntando: ¿Y cuando llegue, qué me queda después por hacer? En mi caso lo que tenía que hacer a continuación inmediatamente era ponerme a escribir, a contar esa experiencia y a contarla además desde el punto de vista de una mujer del siglo IX que relatara ese primer Camino. Pero, además de esa tarea inmediata, por supuesto que me dio tiempo a pensar muchas cosas, entre otras mi deseo de dedicarme cada vez más a la literatura y cada vez menos a la política. – ¿Qué le aporta el periodismo a su faceta de autora de novela histórica? – La actividad periodística lo que me aporta básicamente son las herramientas del oficio, la habilidad para investigar, el saber dónde ir a buscar fuentes y encontrarlas. El saber cómo obtener de esas fuentes lo esencial de la información, y luego la técnica de contar una historia. Esto lo he aprendido haciendo periodismo. La técnica del oficio es la misma, lo que pasa es que cuando escribes una novela a todo eso tienes que añadirle emoción, aventura y fantasía. – ¿Y todos esos componentes tan necesarios para un escritor de novela en su caso cómo se han ido fraguando? – En parte todo ello viene de mi padre, que desde que tengo memoria nos contaba cuentos que se iba inventando sobre la marcha. Nos contaba un cuento sobre las aventuras de Don Quintín de Pamplona, que era un caballero medieval un poco borrachín pero que cuando tenía que dar el do de pecho lo daba y salvaba a damas en apuros, y nos contaba historias de un enanito que se llamaba Barbilón, que escondía las cosas y que gastaba bromas. Yo creo que heredé un poco esa fantasía desbordante que tenía mi padre. Y luego también por mi experiencia nómada. Mi padre era diplomático. Yo viaje mucho. Nunca tuve muchos amigos y mis amigos eran los libros. Y en consecuencia desde muy pequeña me acostumbré a leer todo lo que caía en mis manos y antes de sentarme a escribir ya había leído millares de libros. Y no exagero. Desarrollé desde pronto una gran capacidad para la imaginación, la fantasía y para apreciar lo que es una historia bien contada. Yo sé lo que disfruto leyendo, y cuando escribo intento que mis lectores disfruten de la misma forma que yo disfruto cuando leo algo que me gusta, que me engancha, que me apasiona y que me entretiene desde la primera página. Es lo que intento hacer. – ¿En sus novelas tienen más peso las tramas o el estudio de personajes? – Yo lo que hago generalmente es documentar muy bien la época sobre la que quiero escribir, empaparme bien de esa época en todos los aspectos: histórico, social, cultural. Me subo en mi propia máquina del tiempo y me traslado a esa época, la recorro, y sobre esa urdimbre de conocimiento del tiempo empiezo a tejer la trama de ficción. Mis personajes protagonistas, Alana de Coaña en este caso o Philip y Carolina en la anterior novela, son personajes de ficción porque eso me da a mí libertad para hacerles hacer lo que yo quiero que hagan, sin traicionar la Historia. Primero hago esa tarea de documentación y después ya me pongo a tender los hilos de la trama. A mí me cuesta casi más lo segundo, pero cuento con la ayuda inestimable de mi editor, Alberto Marcos, que siempre insiste en que esa trama de ficción sea lo más compleja y lo más entretenida posible. Que no me recree tanto en lo que me gusta, la Historia, y que le dé más protagonismo a las tramas de ficción, que son las que atrapan al lector y las que le conducen a través de las páginas de la novela. – ¿Es de escritura rápida o tiende a corregir mucho el primer borrador?– Escribo generalmente ocho o diez páginas al día. No me da la cabeza para más. No sé las veces que puedo llegar a corregir un capítulo. Escribo de corrido pero lo escrito luego lo vuelvo a corregir un montón de veces. Y cuando entrego el manuscrito final en general hay muy poco que corregir. A veces me hacen algún comentario sobre el contenido, pero en términos de estilo mis manuscritos generalmente se les corrige muy poquito porque ya los he pulido yo bastante. Soy muy exigente. – ¿Por qué esa fijación por el reino Astur, que ha servido para ambientar al menos tres de sus novelas?
– El reino de Asturias es el embrión de España. Me considero muy española. Soy una patriota, que no nacionalista. Amo mi país. Me parece que está viviendo una época muy turbulenta, muy oscura, en la que hay muchas fuerzas centrífugas que intentan romperlo, que intentan descoserlo. Y me parece muy importante volver a los orígenes, recuperar el esfuerzo en la lucha heróica que tuvieron que afrontar muchas generaciones de antepasados para defender la identidad española de la invasión musulmana, para resistir a los esfuerzos de subyugar ese último foco de resistencia y para asentar los cimientos de lo que sería la reconquista de lo que había sido la Hispania visigoda, romano, cristiana, etc; es decir, lo que son las señas de identidad de nuestra nación actualmente. Eso está en el reino de Asturias, que no incluía solo lo que hoy es Asturias, incluía parte de lo que hoy es León, por supuesto lo que es Galicia, lo que es Cantabria, parte de lo que es La Rioja, Álava. Era un reino que fue creciendo hacia abajo y que luego se subsumió en el reino de León, el cual a su vez se integró en el de Castilla y así se ha construido España, a base de integrar, justo lo contrario de lo que estamos haciendo en la actualidad, que es desintegrar.

– Le gusta siempre introducir un componente de actualidad, aunque hablemos en este caso de una novela cuya acción se sitúa en el siglo IX.
– Yo no tengo compartimentos estancos en la cabeza ni en el corazón. Tengo una cabeza y un corazón en el que caben muchas inquietudes, muchas aficiones y muchas pasiones. Y creo que mi pasión por la literatura corre pareja a mi pasión por la historia, por la política entendida en el sentido amplio y digno del término y no en el mero sentido de ocupación del poder, que es el que parece dársele ahora siempre. Entonces me parece que todo está vinculado y todo tiene sentido. Que cuando escribes novela histórica lo haces también con un propósito. No solamente con el propósito de vender ejemplares o de contar una historia. En mi caso es una cierta forma de militancia. Yo he escrito ensayo político antes de hacer novela. He llevado muchos años guardaespaldas porque me he enfrentado a una banda terrorista que quería romper España. Escribo muchos artículos en ABC sobre lo que significa España, sobre lo que significa la unidad española y sobre hasta qué punto la unidad fortalece mientras que la desunión debilita. Yo reflejo mis convicciones y mis inquietudes a través de todos los canales que tengo de comunicación. Por suerte, tengo muchos cauces para comunicar, para compartir esas inquietudes y esas reflexiones. Por eso me considero una privilegiada. Cuando lo hago a través de la novela, además, tengo la fortuna de no solo compartir esas inquietudes sino de cautivar, de entretener, de alguna forma seducir al lector. Y eso es algo que me encanta hacer.

– ¿La promoción de sus novelas es algo que le satisface especialmente?
– Yo lo disfruto mucho. Físicamente es agotador, porque te pasas la vida en trenes, en aviones, en hoteles. No duermes, no comes. Físicamente es una prueba muy dura, pero desde el punto de vista humano para mí es enormemente gratificante porque tengo ocasión de compartir la pasión que me lleva a escribir, porque escribir es un trabajo muy duro y muy solitario, pero sobre todo te brinda la ocasión de encontrarte personalmente con tus lectores.
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