13/09/2022
 Actualizado a 13/09/2022
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No cabe duda que Isabel Díaz Ayuso ha sabido ganarse el aprecio de muchos madrileños y españoles. Además de ofrecer una imagen llena de encanto, ha demostrado intuición y valentía para gobernar en momentos difíciles. Ello le ha granjeado también muchas envidias, celos y críticas inmerecidas. Tal vez por eso muchos de sus admiradores y votantes se sienten ahora tristes y decepcionados por sus últimas declaraciones sobre el tema del aborto. La Presidenta madrileña se ha posicionado a favor del aborto, siempre que a una mujer no le apetezca seguir adelante con el embarazo, incluso siendo menor de edad, sin necesitar el consentimiento de los padres. Se ha puesto al mismo nivel de podemitas,sanchistas y otros devotos del progresismo. No defiende sin tapujos el valor sagrado de toda vida humana.

Si una mujer está embarazada ha de saber que tiene a su hijo en las entrañas. Lo normal es que acuda a al ginecólogo para cuidarlo, pero si no le apetece tenerlo ¿tiene derecho a llevar a su hijo a una clínica para que lo trituren? Si lo que ha dicho Isabel es porque está convencida de ello, mal. Y si lo hiciera para atraer votos de la izquierda, peor. ¿De qué le sirve a una vaca dar mucha leche, si de una patada la tira al suelo? No se imagina el daño que ha hecho a sí misma y a su partido. ¡Qué pena y qué rabia da!

Desgraciadamente esta la forma de pensar y actuar del Partido Popular, pues en este tema siempre ha actuado con ambigüedad y cobardía, sea por convicción o por los típicos complejos de que lo tachen de conservador o retrógrado, por pretender ir de progre. Especialmente bochornosa fue la decisión Rajoy de dar un carpetazo a la ley menos mala que estaba preparando Ruiz Gallardón. Pero es que, además de pusilánimes, son tontos. No se dan cuenta de que esas decisiones hacen que muchos españoles no los voten. Todo hace suponer que ahora los de Vox se estén frotando las manos. No aprenden.

Hay principios y derechos que no admiten discusión. Uno de ellos es el derecho a la vida y especialmente la vida de los inocentes e indefensos. No es cuestión de fe religiosa. Es cuestión de oír a la ciencia y de tener en cuenta los más elementales principios de la ética. Conozco y quiero a personas maravillosas que estuvieron a punto de ser trituradas, pero que finalmente se salvaron de las garras del aborto. Haberlas destruido entonces sería tan grave como asesinarlas ahora. Es como si tu madre, querido lector, hubiera abortado. Te habría matado a ti mismo, cuando eras más débil.

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