Iruela: "El relojero ni era pobre ni le pegaban, es pura leyenda"

Doce personas pasan la Nochevieja en el pueblo donde nació el Relojero Losada, el leonés de Iruela que regaló el reloj de la Puerta del Sol a un desgradecido Madrid

Fulgencio Fernández
02/01/2022
 Actualizado a 03/01/2022
Isabel García Rodera, Aurea San Román y Francisco José Sanromán sentados ‘a la sombra’ del monumento al relojero en su pueblo. | FULGENCIO FERNÁNDEZ
Isabel García Rodera, Aurea San Román y Francisco José Sanromán sentados ‘a la sombra’ del monumento al relojero en su pueblo. | FULGENCIO FERNÁNDEZ
Cada final de año se suceden los reportajes en prensa y televisión sobre el Relojero Losada, el leonés que hace 155 años regaló a Madrid el reloj de la Puerta del Sol, frente al que se congregan miles de madrileños (este año solo 7000) para despedir el año y tomar las uvas siguiendo sus campanadas, si el presentador de la tele no les confunde.

A muchos kilómetros, en Iruela, en la Cabrera, tan solo doce personas toman las uvas en cinco casas diferentes, sin mayores ruidos, y pocos minutos después se hará el silencio. Nada que ver ambos escenarios y, sin embargo, un hilo los une, un nombre: José Rodríguez Losada, El Relojero Losada, nacido en Iruela y autor de la donación, para mayor vergüenza de la racanería de Madrid, que aún no ha agradecido el gesto con esa esperada calle con su nombre.

Vamos a ver cómo es la Nochevieja en Iruela. En Madrid lo sabe todo el mundo, la televisan todas las cadenas. El día nace de sol, no llega la niebla a Cabrera, se presenta espectacular, bello y, sin embargo, la mañana se va tiñendo de pena. El accidente de Carbajal, con una madre y dos niños muertos, tiene mucho que ver con esta comarca, con los cercanos pueblos de Corporales y Morla.

En el bar de Castrocontrigo hablan de que el abuelo estuvo allí aquella misma mañana, en la gasolinera-bar de Truchas recuerdan a los niños tan solo unos días antes colocando las luces de los motivos navideños. Es duro. Y escuchan una y otra vez la noticia en las teles. Dicen siempre lo mismo pero se hace un silencio como si esperaran que algo pudiera cambiar.

En Iruela solo anda por la calle un albañil. Un hombre toma el sol en lo alto. El monumento en honor del relojero preside la estampa, muy cerca el edificio del Museo del Relojero Losada, que está cerrado y hasta pudiera ser que se llame de otra manera.

Isabel, recién jubilada, ha regresado al pueblo para cuidar allí a su madre, de 99 años, «que no está mejor que aquí en ninguna parte».

Comparte la tarea con su hermano Chencho, que fue durante cuatro legislaturas el presidente del pueblo y volcó sus esfuerzos en el museo del Relojero, en que se reconociera su figura. No estaba en Iruela, había ‘bajado’ a León. También es el causante de la colocación de la escultura que recuerda a José Rodríguez Losada, incluso más, es autor de una parte del mismo.

Su hermana Isabel y otro vecino de Iruela, el mando de la UME Francisco José San Román, explican las características de esta escultura que, recuerdan, diseñó otro paisano suyo: Pedro. «La base del monumento está hecha con pizarra y materiales de la comarca, como un homenaje a su tierra; y la parte superior, el reloj, tiene un toque vanguardista con la esfera sin completar».

- ¿Y lo de marcar la una, no era más lógico las 12, la hora de las campanadas en las que se reúnen los madrileños?
- Podría ser. Pero quisieron poner la una con un significado claro, que Losada fue el número uno de los relojeros, algo que ya nadie duda.

En el salón de la casa de Isabel, con preciosas vistas sobre los montes que quieren convertir en macroparques eólicos, destacan carteles de protesta contra estos parques y dos cuadros pintados por su hija Beatriz de clara vinculación con ‘el relojero’: Un molino y la Puerta del Sol. «El molino es el lugar donde se cree que nació Losada, casi con toda seguridad; y Sol es donde está su obra más famosa, pero no la única y, además, cada día hay más descubrimientos que nos hablan de un personaje extraordinario, sobre el que se han contado muchas mentiras, hay muchas leyendas que se repiten y, la verdad, nos hacen daño a quienes queremos a Losada y estudiamos su vida.

Isabel García Rodera, que lleva años trabajando codo con codo con gente como Francisco Javier Álvarez Prada o Marcelino González, tiene prácticamente finalizado un libro que recoge todo lo investigado —«siguen apareciendo cada día nuevos hallazgos»—y desmonta mucha leyenda.

— Dígame alguna falsedad.
— La de que perdió el ganado y le pegaban ya no se la cree nadie. Lo contó Alonso Luengo pero no debemos olvidar que era una novela, con ficción, como las palizas o que era muy pobre.
- No lo era.
- No. Quizá le asignaban la condición por lo de pastor, pero aquí en Cabrera pastores fuimos todos. Sus familiares fueron cargos administrativos en Cabrera, no eran pobres.
- ¿Y no huyó por el monte?
- A ver. De Iruela se sabe que fue a Castroquilame, donde tenía un tío  y tal vez allí le ayudó con el ganado. De Cabrera salió por Castroquilame y sí parece que huyó mientras estaba el pueblo en misa, se llevó un cajón que debía creer que tenía dinero y eran solo papeles.
En definitiva, se van sumando cada día nuevos datos, como su correspondencia militar con Cádiz, gracias a un trabajo de un joven investigador de San Fernando, Pablo Bernal; su presencia en algunas novelas de aventuras en Inglaterra... un largo etcétera.
- ¿Alguna leyenda más?
- Bueno. La del apellido, se insiste en que se puso el Losada de la comarca a la que pertenece Iruela y tampoco es así; es un apellido que lleva en su árbol genealógico y que entronca con otros antepasados de La Carballeda.

Todo un mundo ver la biografía de Losada con los ojos cercanos de sus paisanos, como ver el propio pueblo, donde encuentras un portalón en el que se puede leer: «Parador del Paraíso D.A.».

- ¿Y esto?
- Pudiera ser que el D.A. sea Duque de Ahumada...

Uff. Mejor lo dejamos para otra vez. Es una gozada escuchar historias de Iruela, apetece quedarse en este pueblo que le pone el contrapunto a la fiesta de la Puerta del Sol, pero como decía el histórico cantinero cuando quería cerrar: «Esta gente tendrá una casa para la que marchar».
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