10/05/2022
 Actualizado a 10/05/2022
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Me gusta leer aforismos… y escribirlos. De entre todos los libros me quedo con ‘Ironías’, de Ramón Eder (Lumbier, 1952), uno de los autores «más destacados del panorama aforístico español», un auténtico pionero. Como dice García-Márquez, también aforista: «Ha detectado los males que nos afligen y los fustiga con piedad, aunque sin cuartel, regalándonos la brevedad, el humor y la brillantez que exigimos, pero colándonos, como si nada, la sabiduría, la alegría y la bondad que necesitamos». Y es cierto. Como el mismo Eder expresa, «el aforismo cuando es bueno es una frase feliz, es una verdad irónica, es filosofía cristalizada, es una flecha que da en el blanco, es la inteligencia buscando una salida y encontrándola, es humor refinado, es una enorme minucia, es la gracia de la brevedad».

Quizás por todo esto, Eder ya solo escribe aforismos. Y los escribe a mano, un puñado al día, que corrige y corrige normalmente desechando hasta que alcanza los 300 y entonces los publica para ‘liberarse’ de ellos. Su afición le vino de leer los epigramas de Oscar Wilde, frases paradójicas muy inteligentes. Después, continuó con Gracián, Gómez Dávila, Juan Ramón Jiménez… Es su afán decir algo con la máxima brevedad que merezca la pena ser leído y recordado: «Perfección formal, agudeza, lucidez, ironía y gracia son algunas características que salvan el género aforístico… Cuando el aforista acierta se produce el milagro. Los buenos aforismos son como relámpagos en la oscuridad».

Os dejo con alguno de ellos: «Sonreír es vencer la ley de la gravedad». «A muchos les gusta andar por la playa porque esa es la única manera en la que dejan huella». «Cada vez que miramos el reloj perdemos un segundo de vida». «¿Qué es la caída del Imperio Romano comparada con un dolor de muelas?». «Abrió un paréntesis en su vida y se olvidó de cerrarlo». «Hay un tipo de generosidad que consiste en regalar nuestra ausencia».
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