02/10/2022
 Actualizado a 02/10/2022
Guardar
Toda la vida yendo a festivales de música y no fue hasta hace poco que caí en que la energía que hace que todo el tinglado funcione viene de los combustibles fósiles. El grupo electrógeno –ése que solemos asociar con las ferias, el tren de la bruja y las casetas de las escopetas– no se ve en las grandes citas musicales, pero ahí está. Gigantescos generadores de gasóleo que expulsan a la atmósfera toneladas de carbono para que la chavalería pueda bailar con Bad Bunny, Tiësto o quien toque.

Lo curioso es que en esos mismos festivales se da continuamente la brasa sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente, se repiten palabras como ‘sostenibilidad’ o se sablea a la concurrencia por vasos de plástico con la excusa de la concienciación ecológica. Todo ello, mientras esos generadores eléctricos siguen funcionando y transformando los derivados del petróleo en vatios de luz y sonido. Por no hablar de que los cabezas de cartel suelen llegar en aviones privados que contaminan más que lo que cuesta llevar al recinto a la mitad de los asistentes.

Si tuviésemos que resumir el espíritu de estos tiempos podríamos hacerlo con esa idea, la de la chapa. No basta con que te den con un palo en las costillas o te restrieguen por la cara una sustancia maloliente: encima hay que aguantar el tostón de que no está sucediendo nada de eso o que, bueno, si sucede es por tu bien o estamos trabajando para dejar de hacerlo.

Pero si el cinismo campa a sus anchas es porque las masas lo aceptan con gusto. Apenas nos cuestionamos nada y preferimos comprar esquemas mentales completos, ya mascados, de ‘los nuestros’ frente a ‘los otros’. Que nos digan qué pensar y no le demos más vueltas.

Sólo así se entiende el descaro con el que se trata en España lo que está sucediendo en Irán. La revuelta de las mujeres por liberarse del yugo salvaje al que les somete el régimen de los ayatolás y su policía de la moral despierta solidaridades de todo tipo. Incluso por gente que estuvo cobrando de Irán a través de sus cadenas de televisión propagandística, como el ex vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. Interrogado por dicho asunto en su momento, éste se justificó con el argumento del vagón precintado que pusieron los alemanes a Lenin en la Primera Guerra Mundial para que atravesase su territorio y llegase a la tierra de los zares para desestabilizarla con la revolución. En fin justifica los medios, venía a decir para excusarse y seguir cobrando de la teocracia iraní mientras ésta atentaba contra las mujeres y ahorcaba a homosexuales. Y remataba: «No vamos a ser los únicos imbéciles que no hagan política». Claro que no, socio: los únicos son los que te compran eso.
Lo más leído