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Ira y dulzura. Carta a Mestre

16/02/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Mi dilectísimo ser humano y artista total, Juan Carlos Mestre, berciano, leonés y español universal: Con motivo de haberte yo enviado mi libro ‘Manuscrito del alba’ me escribes, el día 4 de este mismo mes, un correo electrónico cuyo contenido sonrojaría al mismísimo diablo si es que este dispusiera de la facultad humana de sonrojarse.

Pero viniendo de ti, (con quien nunca hemos andado en elogios mutuos, como bien dices), aquel en el que toda desmesura tiene su asiento, y con quien parece haberme unido desde el principio de los tiempos una especie de cordón umbilical, no echo en saco roto tus puntualizaciones ya que me ayudan a comprender mejor lo que escribo y comprobar que «el mensaje» que he pretendido transmitir con mis formaciones poéticas ha llegado intacto a su destino al menos en algún caso puntual.

Lo has captado bien; en el último verso «sobre tus recuerdos edificaré mi sueño» se contiene (en el significado de se condensa) el núcleo sobre el que gira el texto, que no es otro que el enunciado primero: «La razón da por extinguidos fuegos que aún continúan devastando la memoria». Se trata, pues, de «pensar sintiendo» es decir, de desbrozar en la memoria aquello que ha resultado desechable de lo que no. Pero, lo que es desechable, lo es moralmente, aunque se haya convertido en engrudo que uno lleva, cómo un cáncer, ahí en el cerebro y del cual ningún cirujano nos podrá librar. Las calamidades, las causadas y las recibidas, también son nosotros. También forman parte de nuestro ser. Lo mismo que aquella mujer que ha parido un hijo con defectos y lo quiere igual o más.

Coincido, pues, contigo, en rehusar lo que tu llamas «zona de peligro en que tanta poesía ha dado por conformarse en la zona decorativa de los lenguajes públicos» y añado que, a mi modo de ver, muy querida y admirada por una turba de críticos, casi todos ellos escritores fallidos, y en general jurados de premios aquí y allá. Y acepto, por certera, la descripción que haces de mi libro cuando dices «En Manuscrito del Alba (sic) todo es amanecer de un nuevo pensamiento, todo balizamiento de una utopía que halla en el lenguaje una súbita redención, el donde hacer visible la zona de las heridas y la misericordia compasiva de la memoria». No se podría decir mejor.

Me recuerdas que mi primerizo ‘No amanece’ fue en tu juventud «en la misma casa de huéspedes del árbol y la lluvia y los mirlos» y no puedo menos de sonrojarme a la vez que te agradezco tu interés por este poeta que trata de hacer que «la ira y la dulzura» puedan convivir en paz como tú señalas.
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