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Instrumentalizar

12/09/2021
 Actualizado a 12/09/2021
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Cómo es el lenguaje. El otro día hablaba con un actor, acaso el colectivo que más conoce el poder de las palabras, y se encendía ante los usos actuales. Por ejemplo, sacaba a colación lo de ‘cita previa’. Es que toda cita es previa, claro. Y ahí seguimos, extendiendo una gilipollez supina y redundante porque nos hemos hecho a esa combinación de vocablos. Pero, bien lo señaló Umberto Eco, la forma de comunicarnos no es ni un esperanto ni una Torre de Babel caótica: tiene sus propios mecanismos que a veces no son comprensibles ni controlables. Como intentar retener el agua en un cesto.

Tomemos otra palabra muy en boga en estos tiempos: ‘instrumentalizar’. El diccionario de la RAE dice que es «utilizar algo o a alguien como instrumento para conseguir un fin». Se podría decir ‘utilizar’, pero el matiz es diferente: «Aprovecharse de algo o alguien». Hemos visto (y acaso hemos participado en) cómo los acontecimientos, especialmente los imprevistos, son utilizados sin ningún tipo de tapujo para generar un determinado estado de opinión que favorezca nuestros intereses. Así, nos encontramos con argumentos del tipo: «Se han dicho muchas verdades a partir de una mentira». Lo que viene siendo el viejo «el fin justifica los medios», pero con otros ropajes. Si esa mentira, mientras no sea descubierta, sirve a nuestros fines, usémosla. Si nos perjudica, es mejor rechazarla.

Tomemos ahora ‘instrumento’. Una vez más, según la Real Academia, el matiz, en su segunda acepción (la cuarta es, atención, una forma vulgar de refererirse al pene): «Cosa o persona de que alguien se sirve para hacer algo o conseguir un fin». El fin, siempre.

La instrumentalización sólo trae frustración. Lo hemos visto también estos días. «Esto ha hecho mucho daño», se dice ante una situación desfavorable. Pero sólo porque no se ha producido el objetivo deseado. Y ahí las palabras vuelven a pesar: «producido» y no «conseguido». Fiar la consecución de tus metas a unas circunstancias totalmente aleatorias en las que Dios o quien toque tira unos dados en el tablero y a ver qué sale. Lo que se ha cometido en el camino no importa, es otra historia diferente, no cuenta.

La manipulación tiene además otra característica: que siempre la cometen los otros, nunca nosotros. Y mientras sigamos llevando alegremente la venda en los ojos nos golpearemos una y otra vez contra el muro de la verdad. O, volviendo al diccionario: «Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio».
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